Chapter Capítulo 39
Habían montado la tienda delante de una especie de calle que llevaba al estadio y el personal del Ministerio iba por ella de un lado a otro apresuradamente, y al pasar saludaban cordialmente al señor Weasley. Al final hicieron una buena fogata y acababan de ponerse a freír huevos y salchichas cuando llegaron los tres hijos mayores de los Weasley.
—Ahora mismo acabamos de aparecernos, papá.—anunció Percy.
—Vaya, me gusta tu pin.—dijo Bill Weasley señalando el pin de The Beatles en el cinturón de Lily. Ella lo miro primero fríamente pero sonrió al ver su camiseta de la misma banda.
—Ja, parece que tienes buen gusto.—sonrió y extendió su mano.—Lily Potter.
—Bill Weasley.—se presentó.— Este es mi hermano Charlie.
—Personalmente prefiero ACDC.—dijo Charlie estrechando su mano.
—Lo admito, también son mi delirio y de Theo.—dijo Lily.
Conversaron un rato entre los tres mientras almorzaban, incluso Theo se había unido a la platica. Poco después llego Ludo Bangman, un famoso ex golpeador de las Avispas de Wimbourne y actual jefe del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.
El hombre había mirado a Lily con detenimiento cuando supo quien era ella, pero fuera de eso no dijo nada. Al final, se las arreglo para hacer una apuesta con los gemelos, donde estos pusieron todos sus ahorros en ello.
Poco después, Barty Crouch, Director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional, llegó buscando a Bangman. El hombre lucía bastante estirado y frío, Lily consideró que debía tener cuidado con él, no le aterraba, pero no parecía ser buena idea ser su enemiga.
Cuando la noche llego, desaparecieron los últimos vestigios de disimulo: El ministerio parecía haberse resignado ya a lo inevitable y dejó de reprimir los ostensibles indicios de magia que surgían por todas partes.
Los vendedores se aparecían a cada paso, con bandejas o empujando carros que llevaban cosas extraordinarias: escarapelas luminosas (verde Irlanda, rojas Bulgaria) que gritaban los nombres de los jugadores; sombreros puntiagudos verdes adornados con tréboles; bufandas del equipo de Bulgaria con leones estampados que rugían realmente; banderas de ambos países que entonaban el himno nacional cuando se agitaban; miniaturas de Saetas de Fuego que volaban de verdad y figuras coleccionables de jugadores famosos que se paseaban por la palma de la mano en actitud jactanciosa.
Sirius compró a todos un sombrero con tréboles que se movían y una gran escarapela verde. Ni Lily, Daphne o Hermione se colocaron el sombrero, pero lo agradecieron. Theo, por otra parte, obsequio a todos (aunque no todos le agradaran, pero como agradecimiento a Sirius y por la hospitalidad recibida en la carpa de los Weasley) unos omniculares, que permitían volver a ver una jugada en cámara lenta y un análisis de jugada a jugada.
Theo nuevamente había demostrado ser muy rico al gastarse 170 galeones como si no fueran nada. Aunque nada comparado a los 570 galeones que se gasto Sirius.
Entonces, se oyó el sonido profundo y retumbante de un gong al otro lado del bosque y de inmediato se iluminaron entre los árboles unos faroles rojos y verdes, marcando el camino al estadio.
—¡Ya es la hora!—anunció el Señor Weasley— ¡Vamos!
Se internaron a toda prisa en el bosque por el camino marcado por los faroles. La atmósfera de febril emoción contagiaba fácilmente. Caminaron veinte minutos hasta llegar a un estadio colosal.
—Hay asientos para cien mil personas.—explicó Amos con orgullo.— y tiene un buen repelente antimuggles.
Sirius se encaminó delante de los demás hacia la entrada más cercana.
—¡Asientos de primera!—dijo la bruja del Ministerio al comprobar sus entradas.—¡Tribuna principal! Todo recto escaleras arriba, arriba de todo.
—Oh, genial, escaleras.—masculló Daphne.
—No se porque pensé que sería buena idea usar un poco de tacón.—suspiró Lily.
Subieron la larga escalera hasta el final, encontrándose con una pequeña tribuna ubicada en la parte mas elevada del estadio, justo a mitad de camino entre los dorados postes de gol. Contenía unas treinta butacas de color rojo y dorado repartidas en dos filas.
Lily tomó asiento con los demás en la fila de delante y observó el estadio a sus pies. Era el campo de quidditch más magnifico que ella hubiera visto jamás. Miró por encima de su hombro, aún no había gente en las demás butacas, salvó una criatura diminuta que estaba sentada en la antepenúltima butaca de la fila de atrás. Tenía el rostro cubierto, atemorizada.
—¿Dobby?—pregunto Lily, extrañado.
La criatura levantó la cara y separó los dedos, mostrando unos enormes ojos castaños.
—¿La señorita acaba de llamarme Dobby?—chilló con voz aguda, demostrando que era hembra. La corte de Lily también volteó.
—Disculpa, te he confundido.—dijo Lily.
—¡Yo también conozco a Dobby, señorita! Me llamo Winky, señorita...y usted, señorita...—en ese momento reconoció la cicatriz de Lily.— ¡Usted es sin duda Lily Potter!
—Sí.
—¡Dobby habla todo el tiempo de usted, señorita!— bajo un poco sus manos, aún asustada.
—No me sorprende, ¿Cómo le sienta la libertad?
—¡Ah, señorita!— negó con la cabeza— no quisiera faltarle al respeto, señorita, pero no estoy segura de que le hiciera un favor a Dobby al liberarlo, señorita.
—¿Porqué?—frunció el ceño.
—La libertad se le ha subido a la cabeza, señorita.—dijo Winky con tristeza.— Tiene ideas raras sobre su condición, señorita. No encuentra donde colocarse, señorita.
—¿Por qué no?
—Pretenden que le paguen por trabajar, señorita.—susurró y chilló—¡A los elfos domésticos no se nos paga, señorita! No, no, no. Le he dicho a Dobby, se lo he dicho, ve a buscar una buena familia y asiéntate, Dobby. Se esta volviendo juerguista, señorita, y eso es muy indecoroso en un elfo doméstico. Si sigues así, Dobby, le digo, lo próximo que oiré de ti es que te han llevado ante el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas como a un vulgar duende.
—Parece que se divierte.—se burló Lily.
—La diversión no es para los elfos domésticos, Lily Potter.—repuso con firmeza— Los elfos domésticos obedecen. No soporto las alturas, Lily Potter...pero mi amo me manda a venir a la tribuna principal y vengo, señorita. Mi amo quiere que le guarde una butaca, Lily Potter, porque esta muy ocupado. Winky esta deseando volver a la tienda de su amo, Lily Potter, pero Winky hace lo que le mandan, porque Winky es una buena elfina doméstica.
Aterrorizada, echó otro vistazo al borde de la tribuna y volvió a taparse los ojos. Cassius, a su lado, suspiro.
—Los elfos son todo un caso.—dijo y los demás asintieron.
Durante la siguiente media hora, se fue llenando lentamente la tribuna. Cuando llegó Cornelius Fudge, el mismísimo ministro de Magia, Percy Weasley lanzó miradas de envidia a Lily, a quien Fudge saludó como si se trata de una vieja amiga. Fudge le estrechó la mano con ademán paternal, le pregunto como estaba y le presentó a los magos que lo acompañaban.
—Ya sabe, Lily Potter.—dijo muy alto al ministro de Bulgaria que parecía no entender una palabra de ingles.—¡Lily Potter...! Seguro que la conoce: la niña que sobrevivió a Quien-Usted-Sabe...tiene que saber quien es...
El búlgaro vio la cicatriz de Lily y, señalándola, se puso a decir en voz alta y emocionado cosas que nadie entendía.
—Sabía que al final lo conseguiríamos.—dijo Fudge a Lily cansinamente.— No soy muy bueno en idiomas; para estas cosas tengo que echar mano de Barty Crouch. Ah, ya veo que su elfina doméstica le esta guardando el asiento. Ha hecho bien, porque estos búlgaros quieren quedarse los mejores sitios para ellos solos...¡Ah, ahí esta Lucius!
Los Weasley, Diggory, Hermione y los cuatro Slytherin, voltearon. Los que se encaminaban hacia cuatro asientos aún vacíos de la primer fila, justo a lado de Lily, no eran otros que Lucius Malfoy, su esposa, Blaise y Draco. La mirada de este último choco con la de Lily y esta sintió como enrojecía y su corazón latía furiosamente a lo que este sonrió de lado.
—¡Ah, Fudge!—dijo Lucius estrechando su mano.— ¿Cómo estas? Me parece que no conoces a mi mujer, Narcisa, ni a nuestro hijo Draco. El es Blaise Zabini, heredero de esa poderosa familia Zabini, la italiana.
—¿Cómo esta usted?—saludó Fudge sonriendo.— Permítanme presentarles al señor Oblansk...Obalonsk...al señor...Bueno, es el ministro búlgador de Magia y, como no entiende ni jota de lo que digo, da lo mismo. Veamos quién más,...Supongo que conoces a Arthur Weasley, Remus Lupin, Amos Diggory y Sirius Black.
Fue un momento muy tenso.
—Por Dios, Arthur.—dijo Lucius con suavidad— tu también, Amos, ¿Qué han tenido que vender para comprar entradas en la tribuna principal? Me imagino que no le ha llegado sólo con sus casa.
—Son invitados míos, rubia oxigenada.—intervino Sirius con desdén.— ¿Porqué no mejor tu, tu esposa y tu hijo se van mucho a...? ¿Lily?
Todos voltearon, observando como Lily Potter, la siempre seria, fría e indiferente pelirroja se encontraba con una sonrisa tímida y los ojos verdes brillando entre los brazos de Draco Malfoy, quien la tomaba de la cintura en un porte posesivo e intimo. Las expresiones fueron varias:
Blaise discretamente le pagaba veinte galeones a Theo, ambos sonriendo de lado; Daphne y Hermione sonreían enternecidas; Cassius comía palomitas, entretenido; el Ministro, Amos Diggory, Arthur Weasley, y Narcisa Malfoy estaban sorprendidos; Lucius, Sirius y Remus tenían una expresión combinada de asombroso, asco e incredulidad; los gemelos Weasley sonreían juguetones; Bill, Charlie y Percy silbaron por lo bajo; Ron lucía furioso y abatido; Ginny solo triste.
—Draco, estas haciendo una escena, por Merlín.—susurró Lily, sonrojada.
Si bien, el chico le había asegurado por sus cartas que en cuanto se volvieran a ver no dudaría en tomarla entre sus brazos, no pensó que fuera tan literal.
—Solo estoy feliz de volver a verte, mi reina.—dijo Draco con tanta seriedad en aquel tonó fríamente posesivo que provoco que la piel de Lily se erizara. —Cada vez te pones más guapa.
—Eres un desvergonzado.—masculló Lily, negando con la cabeza.
—Draco.—llamó su padre con firmeza.—¿Qué crees que estas haciendo con esa...?
Todos en la tribuna pudieron sentirlo, como una fuerte, poderosa y no precisamente blanca, magia, recorría el lugar y oprimía a Lucius Malfoy, quien había empalidecido y se esforzaba por no caer al suelo, sujetándose del barandal.
—¿Decías, padre?—cuestionó Draco con frialdad.
Lily lo observó con seriedad. Sabía por Theo que Draco era una especie de niño prodigio desde su nacimiento, tan poderoso que incluso atemorizo a sus padres con su nacimiento. Tenía entendido que Draco amaba a su madre, pero la relación con su padre no era la mejor, y según las palabras textuales de Theo: Lucius Malfoy jamás haría algo que Draco no quisiera, a menos que estuviera dispuesto a morir antes de tiempo.
Una vez más, Lily no pensó que esa amenaza fuera tan literal.
—Draco...basta.—pidió Lily colocando una mano en su pecho.
Inmediatamente la magia dejó de fluir y Lucius trastabillo un poco antes de poder pararse correctamente. Todos guardaban silencio y Draco solo miraba a Lily. Aunque este tuviera el rostro serio, ella podía ver la suavidad con que sus ojos la veían.
Era aterradoramente dulce.
La mirada de Lucius se llenó de cólera, más no dijo nada. Miró a todos con desdén y se detuvo en Hermione, viéndola con asco por su procedencia muggle. Esta no se dejo intimidar, pero sorpresivamente una mano se colocó sobre su hombro, tras ella. Era Blaise, quien sonrió falsamente a Lucius.
—Señor Malfoy, mejor tomemos nuestros lugares, es malo enfadar a los dragones, pero aún más enfadar a quien controla a dicho dragón.—dijo Blaise y, aunque su sonrisa era amable, sus ojos demostraban dureza.
Sin decir nada más, Lucius tomó a su esposa de la mano y fueron a sus lugares. Fudge carraspeó y junto al Ministro Búlgaro, los imitaron. Hermione miró a Blaise.
—Se cuidarme sola, pero gracias.—dijo Hermione.
—Yo siempre cuido a mi chica, leona.—le guiño un ojo.
—Oh, ya lárgate.—rodó los ojos, fastidiada.
Blaise le lanzó un beso antes de ir a su lugar. Todos ya se encontraban sentados para cuando el juego inicio. Lily estaba junto a Draco, quien tenía una mano sobre su rodilla. Un segundo más tarde, Ludo Bangman llegó a la tribuna principal.
—¿Todos listos? Señor ministro, ¿Qué le parece si empezamos?
—Como tú quieras, Ludo.
—¡Sonorus! Damas y caballeros...¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos a la cuadringentésima vigésima segunda edición de la Copa del Mundo de Quidditch!
El público rugió y Bangman presentó a las mascotas: Veelas del equipo de Bulgaria, donde todos los hombres se hipnotizaron ante su baile y empezaron a caminar hacia el barandal, excepto Draco, quien se dedicó a mirar a Lily y esta fingió no prestarle atención.
Blaise, por otra parte, ya se había tirado del barandal pero Daphne y Hermione lo atraparon de los pies.
Después aparecieron Leprechauns, mascotas de Irlanda, soltando oro a todos los espectadores.
—Y ahora, damas y caballeros, ¡demos una calurosa bienvenida a la selección nacional de quidditch de Bulgaria! Con ustedes...¡Dimitrov! ¡Ivanova! ¡Zograf! ¡Levski! ¡Vulchanov! ¡Volkov! yyyyyyyy...¡Krum!
—¡Es él, es él!—grito Ron Weasley a los gemelos.
Lily lo miró a través de sus omniculares. Viktor Krum era delgado, moreno y de piel cetrina. Costaba creer que solo tuviera dieciocho años.
—Y ahora recibamos con un cordial saludo ¡a la selección nacional de quidditch de Irlanda! Les presento a...¡Connolly! ¡Ryan! ¡Troy! ¡Mullet! ¡Moran! ¡Quigley! yyyyyyy...¡Lynch! Y ya por fin, llegado desde Egipto, nuestro árbitro, el aclamado Presimago de la Asociación Internacional de Quidditch: ¡Hasán Mustafá!...¡Ahora! ¡Comieeeeeeeeeeeenza el partido!
Aquello era Quidditch como Lily jamás lo hubiera visto. La velocidad de los jugadores, lo brusco del ambiente, la fuerte competitividad, la excelencia de las jugadas. Lily quedó fascinada, tanto con los cazadores de Irlanda como con el buscador de Bulgaria, especialmente después de ver el Amago de Wronski, cortesía de Viktor Krum.
El partido acaparo toda la atención de Lily, tanto que incluso cuando Irlanda ganó solo por 10 puntos a Bulgaria, después de que Krum atrapara la snitch; ni siquiera presto atención al ministro búlgaro cuando este demostró entender el ingles, ella solo observaba como Irlanda obtenía la Copa y Bulgaria obtenía medallas por participación.
Entonces, Lily, en voz más alta de lo que hubiera deseado, con emoción casi incontenida, dijo:
—Yo definitivamente quiero jugar Quidditch profesionalmente.