Potter Girl [Draco Malfoy]

Chapter Capítulo 38



Lily se despertó sobresaltada, jadeando como si hubiera estado corriendo. El sueño que tuvo parecía muy vivido y su cicatriz en forma de rayo le ardía bajo los dedos. Encendió la lámpara a su lado, cruzó el dormitorio y se miró en el enorme espejo de su puerta.

Una curvilínea chica de catorce años le devolvió la mirada con expresión de desconcierto en los brillantes ojos verdes que relucían en su pelo rojo.

Intentó recordar lo que había soñado. Fue tan real. Dos personas que conocía y una que no. Vislumbró una serpiente sobre una alfombra, un pequeño hombre, Peter; y la voz fría y aguda de Voldemort. La cicatriz seguía doliéndole y prefirió dejar de pensar en como habían asesinado a un anciano inocente.

Voldemort estaba recobrando fuerzas y todo era gracias a Peter. Miró su escritorio, donde reposaba el periódico de tres días después de haber terminado Hogwarts:

FUGA EN AZKABAN

PETTIGREW ESCAPA

Suspiró pesadamente. Cada vez más consideraba cierta la teoría de que ella era un Horrocrux accidental de Voldemort, sino, no sabría como explicar el porque vio cuando Pettigrew se reencontró con él.

—¿Todo bien, Lily?—pregunto Hermione, adormilada. A su lado, Daphne levantó la cabeza de la almohada.

—¿Ya es la hora?—pregunto Daphne.

—Estoy bien, vuelvan a dormir.—respondió Lily.—aún tenemos dos horas.

La cama de Lily no era particularmente grande, era una simple cama matrimonial que parecía individual debido a que su dueña dormía con sus dos amigas desde hace dos noches. ¿La razón? Simple, su padrino, Sirius Black, había salido antes de su rehabilitación en San Mungo y había conseguido boletos para el Mundial de Quidditch, invitándola a ella y a que llevara a cuatro amigos más.

En cuanto Lily le informó a su corte y a Hermione del asunto, rápidamente accedieron a quedarse en casa de la tía Petunia, de donde partirían para ir a encontrarse con Sirius e ir al Mundial.

Incluso Theo, Cassius y Daphne, quienes eran unos puristas no muy amantes de los muggles, no lo habían pensado dos veces antes de decidir quedarse. Gran Bretaña no había sido anfitriona en treinta años y era realmente difícil conseguir una entrada. Lily aún no sabía como Sirius había conseguido para ella y sus amigos. Hasta Hermione, que era poco fanática del deporte, estaba emocionada.

Daphne y Hermione, quienes se habían vuelto unidas, volvieron a dormir, mientras que Lily tomó su toalla y entro al baño. Necesitaba una larga ducha, pues sabía que ya no podría volver a dormir.

Mientras las gotas de agua caían por su cuerpo al tiempo en que Everybody Wants to Rule the World de Tears for Fears sonaba a un volumen bajo en su reproductor, Lily cerro los ojos, paso la yema de sus dedos por su monte venus, reprimiendo un gemido ante el recuerdo de la mano de Draco el año pasado acariciando esa misma parte.

Se había intercambiado cartas con Draco ese verano. No es que fueran novios, pero si de algo Lily estaba segura, es que había exclusividad entre ambos. Sus hormonas estaban actuando y no podía evitar a veces querer tocarse pensando en él, pero, desgraciadamente, era demasiado penosa e inexperta y temía hacerse daño al tocarse.

Cuando terminó de ducharse, comenzó a vestirse. Un simple pantalón negro ceñido, una blusa de tirantes negra con escote v no muy pronunciado, botines negros con un poco de tacón y sujeto su indomable cabello rojo con las horquillas de Draco. Mirándose al espejo, frunció el ceño.

Odiaba con toda su alma que haya sido dotada con un busto grande.

¿Existiría alguna poción o algo parecido para reducirlo? Debía investigarlo, porque si bien, su busto no era excesivo, si era más grande que el promedio y el Lily ciertamente extrañaba poder dormirse boca abajo.

Tres horas más tarde, los cinco adolescentes estaban en el vestíbulo de la casa con sus baúles aún lado y uno de los elfos de la familia Nott, esperándolos. El elfo trasladaría las pertenencias de Daphne y Cassius a sus respectivas mansiones, mientras que las de Hermione y Lily irían a la Mansión Nott, para pasar el resto del verano con el.

—¿Todo listo?—pregunto Cassius.

—Sí, ¿sabes bien el punto de encuentro?—pregunto Lily. Theo asintió.— ¡Ya me voy tía Petunia, Dudley! ¡Les enviaré cartas!

—¡Lily Potter no te vayas sin tus vitaminas!—exclamó Petunia desde el segundo piso.

—¡Vámonos!—apresuró Lily al elfo y todos rieron.

—¡Gracias por su hospitalidad, señora Evans!—gritaron los demás, divertidos por la situación.

—¡Envíame comida!

—¡Niños, sus lonches...!

Un segundo más tarde, se aparecieron frente a una enorme casa de varios pisos que parecía a punto de caerse y quizá así pasaría si no por magia. Frente a ellos estaban los Weasley, Remus Lupin y Sirius.

—¿Tu padrino invito a los Weasley?—preguntaron Theo y Hermione, el primero con fastidio y la segunda con una emoción inusitada.

—Al parecer.—dijo Lily.

—¡Cachorrita!—exclamó Sirius corriendo a abrazarla.

Sirius Black no parecía el mismo prófugo de hace unos meses, sino que ahora había recuperado el peso perdido, su piel lucía suave, clara y naturalmente blanca, y su largo cabello negro había sido recortado hasta por encima de los hombros en un look rebelde. Su rostro rebosaba de alegría mientras abrazaba con fuerza a Lily, alzándola unos centímetros del suelo.

—Basta, Sirius. Creo que la ahogas.—dijo Remus, divertido.

—Ah, perdón, cachorrita.—dijo Sirius, soltándola.

—Bueno, —dijo Lily acomodándose la ropa— el apodo ha sido extrañamente agradable, pero preferiría que en los próximos abrazos no despeinara más mi cabello, ya tengo problemas para domarlo.

—Es la herencia Potter.—se burlo Sirius y la tomó de los hombros, llevándola hasta Remus y Arthur Weasley.— Lily, aquí esta Remus y el es Arthur Weasley. Somos amigos y también los invite a los Mundiales.

—Hola de nuevo, Lily.—saludó Arthur amablemente.— ¿Cómo has estado?

—Bien, señor. Gracias. Espero que usted también este bien.—respondió educadamente y miro a Remus.— Hola, Remus.

—Hola, cachorrita.—saludó Remus con ojos llenos de cariño.

—¿Tu no vas a aplastarme en un abrazo?—cuestionó enarcando una ceja. Remus sonrió tímido.

—¿Puedo?

—Solo una vez.—rodó los ojos, ligeramente divertida y recibió su abrazo.

Draco no era el único con quien Lily se había carteado, también lo había hecho con su padrino y Remus, si bien aún no confiaba del todo en ambos, su corazón no había podido evitar sucumbir ante ellos.

Era como si, de alguna forma, tuviera a dos padres con ella.

Lily siempre había querido un padre.

—Hola, Ron.—saludó Hermione.

—Hola, Hermione.—saludó Ron con una sonrisa.— Hola, Lily.

—Weasley.—dijo Lily con indiferencia. No entendía el porque de su cambio de actitud, aunque bien podría ser por todo lo ocurrido el año pasado.

—¡Hola, reina!—saludaron los gemelos, apareciendo a cada lado de Lily.

—Es muy temprano, no molesten aún.—pidió en un suspiro y estos rieron.

—¡Bien! ¡Vamos!—exclamó el señor Weasley.— Tenemos por delante un pequeño paseo.

—¡¿Paseo?!—gritaron Lily y Daphne, quienes usaban botines con un poco de tacón.

—Intuyo que nuestras espaldas serán su alivio.—murmuró Cassius a Theo y este asintió.

—¿Vamos a ir andando hasta la sede de los Mundiales?—pregunto Hermione.

—No, no, eso esta muy lejos. Solo hay que caminar un poco.

Emprendieron camino. Hacía fresco y todavía brillaba la luna. Solo un pálido resplandor en el horizonte indicaba que el amanecer se hallaba próximo.

El Señor Weasley les explico que, debido a la enorme cantidad de magos que asistirían al Mundial y a la falta de lugar donde acomodarlos, el Ministerio decidió escalonar las llegadas. La gente con entradas más baratas ha tenido que llegar dos semanas antes. Un número limitado utilizo transportes muggles. Otros se aparecían y los que no podían hacerlo, usaban trasladadores, de los cuales se dispusieron doscientos en lugares estratégicos a lo largo de Gran Bretaña y el más próximo era el de la colina de Stoatshead, a donde se dirigían.

Caminaron en silencio. Los tres adultos iban enfrente, detrás iban los cuatro Slytherin, detrás de estos estaban los gemelos junto a Ron y por último Hermione y Ginny, quienes platicaban en voz baja. Cuando emprendieron la subida de la colina de Stoatshead, no les quedaban fuerzas para hablar. Para ese punto, Lily y Daphne ya estaban encima de las espaldas de Theo y Cassius, respectivamente, desde hace un rato.

—Bien, llegamos con tiempo, tenemos diez minutos.—dijo Arthur.

—Ahora solo falta el trasladador.—dijo Remus.

—No será grande, busquemos.—dijo Sirius.

De pronto, un grito rasgó el aire.

—¡Aquí, Arthur! Aquí, hijo, ya lo tenemos.

—¡Amos!—sonrió Arthur. Dos personas aparecieron. Sirius y Remus los saludaron con confianza.

—Este es Amos Diggory.—anunció Arthur.— Trabaja para el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas. Y creo que ya conocen a su hijo Cedric.

—Hola.—saludó Credric.

Todos le devolvieron el saludo, (Ginny y Hermione con una sonrisa tonta), salvo los cuatro slytherin, quienes no habían perdonado que el chico venciera a Slytherin el año pasado. Bueno, en realidad, Lily escuchaba música y estaba perdida en su mundo desde hace rato.

—¿Ha sido muy larga la caminata?—pregunto Amos.

—No demasiado—dijo Sirius.— Nos quedamos con los Weasley y esta justo en el puedo de a lado.

—Nosotros hemos tenido que levantarnos a las dos, ¿verdad, Ced? ¡Que felicidad cuando tenga por fin el carné de aparición! Pero, bueno, no nos podemos quejar. No nos perderíamos los Mundiales de quidditch ni por un saco de galeones...¡Muchas gracias por invitarnos, Sirius, Remus!...Arthur, ¿son todos hijos tuyos?

—No, solo los pelirrojos.

—Esta es Hermione, —presentó Remus.— ese es Theo, Cassius y Daphne, son amigos de Lily, la pelirroja vestida de negro.

—¡Por las barbas de Merlín! ¿Lily? ¿Lily Potter?—dijo Amos.— Ced me ha hablado de ella, por supuesto. Nos ha contado lo del partido contra su equipo, el año pasado...Se lo dije: esto se lo contarás a tus nietos...Les contarás...¡Que venciste a Lily Potter!

Sirius frunció el ceño y Remus congelo su sonrisa. Cedric parecía incomodo.

—Lily se cayó de la escoba, papá. Ya te dije que fue un accidente.

—Sí, pero tu no te caíste, ¿a que no? Siempre modesto, mi Ced, tan caballeroso como de costumbre...Pero ganó el mejor, y estoy seguro de que Lily diría lo mismo, ¿a que si? Uno se cae de la escoba, el otro aguanta en ella...¡No hay que ser un genio para saber quien es el mejor!

—Sí.—intervino Theo con frialdad.— especialmente cuando al que se cae de la escoba es precisamente porque la rodeaban cien dementores que la hacían escuchar la voz de su madre pidiendo clemencia a Voldemort antes de matarla.

Un silencio incomodo y tensó se instaló en el lugar y Amos Diggory borro su sonrisa. Lily, quien aún con los audífonos había escuchado todo, se los quito y suspiro con pesadez.

—Theo, discúlpate con el señor Diggory.

—¿Qué? Pero él...

—Dije que te disculpes.—ordenó Lily fríamente. Todos se tensaron.—El hombre esta orgulloso de su hijo, no le importan mis problemas psicológicos.

—Disculpe, señor Diggory.—masculló Theo.

—Ahora, vámonos. Quiero llegar ya, estoy cansada.

—Yo igual—apoyo Daphne.

—¿Cansada? ¿Era incomodo estar cargadas en nuestra espalda, mi reina?—cuestionó Cassius con sorna.

—Un poco.—sonrió divertida.

—Bueno, bueno.—intervino Remus.— Queda un minuto. Será mejor que nos preparemos. No tienen más que tocar el trasladador.

Con cierta dificultad, debido a las voluminosas mochilas que todos llevaban (excepto los cuatro Slytherin, que llevaban sus cosas en el bolso de Lily que tenía un encantamiento de extensión indetectable, tocaron el trasladador. Nadie hablo.

Ocurrió inmediatamente, sintiendo un gancho justo debajo del ombligo que tiraba de ellos hacia delante con una fuerza irresistible. Iban a una enorme velocidad en medio de un remolino de colores y de una ráfaga de viento. Entonces, tocaron tierra con los pies.

—Desde la colina de Stoatshead a las cinco y siete.—anunció una voz.

Después de presentarse ante Basil, un empleado del ministerio que registraba los trasladadores, se encaminaron por el páramo desierto. Veinte minutos más tarde, encontraron una casita de piedra junto a una verja. Al otro lado, Lily vislumbró las formas fantasmales de miles de tiendas dispuestas en la ladera de una colina, en medio de un vasto campo que se extendía hasta el horizonte, donde se divisaba el oscuro perfil de un bosque. Ahí había un muggle, quien reservaba las parcelas.

Al parecer el hombre había encontrado muy sospechoso que nadie, excepto Lily y Hermione, supiera usar el dinero muggle, por lo que al exteriorizar sus dudas, un mago le lanzó un Obliviate. Al parecer habían tenido que hacerlo diez veces al día porque era bastante curioso el hombre.

Mientras caminaban, Lily podía escuchar como todos conversaban alegremente, pero ella solo pudo mirar el cielo y sentir el retorcijón de su estomago y el hueco en su corazón, indicándole que algo muy malo iba a pasar.


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