Dejé de Amarte

Chapter Capítulo 106



Capítulo 106 

Alejandro se levantó, se arregló y bajó a desayunar, indicándole al personal de servicio que no molestara a Valentina, que aún dormla, ya que se preparaba para salir. 

“Alejandro, ¿vas a salir?” preguntó Paola acercándose. “Hoy tenemos una cena importante, ¿no vas a quedarte en casa?” 

“Tengo dos reuniones,” dijo Alejandro mientras se ponia el traje. “Volveré antes de la cena.” 

Paola asintió con la cabeza. “Entendido.” 

Cuando Valentina desperto, ya era tarde. Aunque se sentia cansada, su cuerpo no estaba pegajoso, lo que indicaba que Alejandro probablemente la habia bañado. 

Al levantarse, Valentina notó que sus piernas temblaban incontrolablemente. 

Aun después de ducharse, no podía quitarse de encima el olor de Alejandro. No podía evitar pensar que su obsesión con “eso” en la cama era la razón por la cual él no queria divorciarse. 

Y eso era lo más triste de todo. 

Para Alejandro, ella no tenia ningún atractivo más allá de su cuerpo. Y el hecho de que él pagara al tio Rafael para mantener su matrimonio solo la hacia sentir como si fuera un objeto. 

Por eso había aceptado la propuesta del señor Milán; estaba desesperada por dinero. A veces, el dinero y la dignidad parecían lo mismo. 

Bajando a la cocina en busca de algo para comer, Valentina se encontró con Romeo. 

Al ver su forma de caminar, Romeo insinuó algo con una mueca, “¿Pensé que querías divorciarte de mi hermano? ¿Cómo es que anoche, apenas él volvió, no pudiste esperar para seducirlo?” 

Valentina, inexpresiva, respondió, “¿Y si tu hermano fue el que no pudo controlarse?” 

“¡Imposible!” exclamó Romeo con certeza. “Mi hermano es conocido por su autocontrol. No difames.” 

Valentina sonrió con desdén. “Entonces debo decir que no conoces bien a tu hermano.” 

“¡Túl 

Valentina ignoró su comentario y entró a la cocina. 

Justo cuando terminaba de comer un plato de sopa, Carmen entró 

Asegurándose de que estaban solas, Carmen sacó un paquete de pastillas de su bolsillo. “Señora, aquí 

tiene.” 

Valentina tomó una pastilla con un sorbo de agua. En su mente, su matrimonio con Alejandro ya había terminado, por lo tanto, tener un hijo estaba fuera de discusión. 

Por la tarde, Lucia arrastró a Valentina a elegir un vestido y llamó a dos maquillistas para prepararla. 

“Abuela, no hace falta,” protestó Valentina. 

“Claro que sí,” insistió Lucía. “He invitado a todas las personas importantes de nuestro círculo, es para presentarte como se debe,” 

*Eso hace aún menos necesario, dijo Valentina con sarcasmo. “Probablemente, no haya nadie que no me conozca, dado que los escándalos corren rápido.” 

“Mi niña, después de lo que pasó en la casa Ortega, donde Nieve te tendió una trampa, es más importante que nunca recuperar tu imagen,” explicó Lucia con seriedad. “Hay rumores de que Alejandro no te tiene 

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afecto, y que por tu pasado, la familia Nortes no te acepta.” 

“Hoy quiero que todos vean que, no me importa el nieto, tú eres lo más preciado para mi.” 

Los ojos de Valentina se llenaron de lágrimas. “Gracias, abuela,” 

“Venga, ponte el vestido y deja que te maquillen para deslumbrar esta noche.” 

Para las cinco de la tarde, la mansión estaba repleta de Invitados, en un ambiente festivo. 

Lucia había contratado a un reconocido repostero ya retirado del extranjero y los platos principales fueron preparados por los chefs más destacados del país. 

Cuando Alejandro llegó en su Rolls–Royce, Nieve lo recibió con entusiasmo. “Alejandro, ¿ya regresaste? Te he estado esperando.” 


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