Chapter UN MATRIMONIO INESPERADO… El día del divorcio Capítulo 7
Capítulo 7: Un hombre poderoso.
Claudia se quedó pensativa, mientras una suave brisa mecía sus cabellos, pero su mente era una tempestad, agitada por las dos palabras que acababan de atronar en su conciencia. Davis Boss.
—La familia más poderosa del país -murmuró para sí misma, con voz apenas audible por encima del susurro de las hojas.
Movió la cabeza de manera negativa, el linaje de los Davis Boss era materia de leyendas, susurradas en voz baja en los salones de mármol del poder. Se decía que ejercían influencia tal como los reyes de antaño, y que a su mando se encontraba un heredero varón solitario, envuelto en el misterio, cuya vida era un secreto cuidadosamente guardado hasta que tomara las riendas del imperio.
El corazón de Claudia martillo con fuerza contra su caja torácica; la posibilidad se desplegaba como una flor oscura en su mente.
Andrew, ¿podría ser realmente el hijo de los Davis Boss? La idea parecía ridícula; el hombre que ella había conocido no se veía prepotente, aunque sí emanaba cierto aire de autoridad y riqueza. No podía creer que la evidencia estaba ahí, imposible de ignorar.
-Claudia, ¿Por qué permaneces en silencio? -La voz de Andrew atravesó su ensoñación, firme e ineludible. Ella levantó la vista y se encontró con sus ojos profundos, fijos en ella, escrutadores.
-Solo estoy… sorprendida, pensando… admitió, buscando a tientas palabras. que le parecieron inadecuadas ante la magnitud de la conclusión a la que había llegado.
-Es hora de dejar la sorpresa atrás–declaró él, con un tono que no admitía discusión. Tienes que venirte a vivir conmigo, a mi casa.
-¿A tu casa?-Claudia retrocedió ligeramente y sus defensas se alzaron como los muros de una fortaleza. No puedo hacer eso. Eres un extraño para mí, apenas te he visto.
-No soy ningún extraño -replicó él, acercándose y ofreciéndole la mano para ayudarla a ponerse en pie-. Soy tu esposo, Claudia, y espero cumplir con el papel de marido como debe ser.
-Esposo…
La palabra quedó suspendida entre ellos, cargada de significado y consecuencias. Claudia se dejó guiar por él, sintiendo la fuerza de su agarre, la seguridad de su
tacto.
-Te daré un día para que te prepares continuó Andrew, ayudándolo a subir en el elegante coche negro que parecía haber surgido de la nada. La puerta se abrió en silencio, esperando tragarsela entera.
-¿A dónde te llevo?-le preguntó mientras ella se acomodaba de mala gana en el lujoso asiento de cuero, todavía aturdida por la avalancha de información.
-A
A la casa de una amiga -balbuceó ella, mascullando la dirección mientras intentaba ordenar sus pensamientos. ¿Qué significaba esto para ella? ¿Para la vida que conocía?
Andrew asintió, el coche ronroneaba bajo ellos. El chofer condujo con precisión. cada giro y cada parada tan medidos y controlados. Cuando llegaron, el auto se detuvo y su mirada se suavizó por un instante.
-Cuidate, Claudia -dijo, con la urgencia de su orden, atenuada por la ternura que permanecía en sus ojos.
Lo haré respondió ella, más para sí misma que para él, mientras salía del coche y se adentraba en el edificio donde vivía una amiga, sin dejar de mirar hacia atrás. Con una última inclinación de cabeza, Andrew se alejó, dejándola sola, a la deriva, en un mar de revelaciones que amenazaban con ahogar su sentido de identidad.
Andrew caminó al gran salón de la residencia. El chasquido de la puerta al cerrarse resonó en el vasto espacio cuando entró, con el aroma familiar de la madera envejecida y el esmalte de cera de abeja, recibiéndole como a un viejo amigo.
Señor Andrew–le dijo una voz firme y llena de años de servicio. Su mayordomo, Ramón, salió de entre las sombras, con una postura impecable.
-¿Ha encontrado finalmente a la chica de sus sueños? -preguntó Ramón, con las arrugas de los ojos cada vez más marcadas por la expectación. 00
Una sonrisa vacilante, pero sincera, se dibujó en la comisura de los labios de Andrew.
-Sí, y más que eso, Ramón–confesó, con palabras que sabían a secreta alegría
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me acabo de casar con ella.
-¡Dios mío!—Ramón enarcó las cejas y juntó las manos con alegría, traicionando su serenidad. Eso es… extraordinario, señor. ¿Y cuándo tendremos el honor de recibirla?
Prepara la casa ordenó Andrew, con un brillo juguetón en los ojos. La
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recogeré mañana.
-¿Mañana? -replicó Ramón, con una sonrisa vacilante quién es usted realmente? ¿El chico a quien salvó?
-Después de diez años y tantos cambios, no me reconoce.
–. Pero… ¿Ella sabe
Andrew apartó la mirada, una sombra pasó por su rostro mientras reflexionaba sobre la década de distancia que había entre entonces y ahora. 1
-Entiendo —dijo Ramón, asintiendo sabiamente. El tiempo altera mucho más que solo nuestra apariencia.
Andrew sintió una punzada de algo: arrepentimiento, tal vez, o el peso de futuros. desconocidos. Vio cómo Ramón se daba la vuelta para marcharse, los pasos del anciano resonando al compás de sus pensamientos acelerados.
-¡Espera, Ramón!
La voz de Andrew detuvo al mayordomo a medio paso.
Necesito tu ayuda con algo más.
Por supuesto, señor Andrew. ¿Qué necesita?
-Es sobre mis padres-. Andrew vaciló, las palabras se le atascaron en la garganta. Tengo que confesarles que me he casado.
-¡Ah!. Los ojos de Ramón se entrecerraron, comprendiendo la gravedad de la confesión—. Sí, eso complicará las cosas. Su madre ya ha empezado a organizar citas para encontrarle una esposa adecuada.
-Lo sé–murmuró Andrew, mientras sus dedos recorrían distraídamente las intrincadas tallas de una silla cercana. Era una pieza de su infancia, una que había sentido la huella de sus años de crecimiento -Pero Claudia es la mujer con la que deseo compartir mi vida.
-Entonces encontraremos la forma, señor Andrew–le aseguró Ramón, su lealtad inquebrantable–Siempre hay un camino.