Chapter UN MATRIMONIO INESPERADO… El día del divorcio Capítulo 11
Capítulo 11: La ruina de Javier.
Claudia sintió un ardor punzante en sus rodillas, pero su orgullo la impulsó a levantarse rápidamente.
El rostro de Javier enrojeció con una furia venenosa, su dedo se clavó en el montón de pertenencias esparcidas por el frío suelo.
¡Estas son tus cosas, tómalas y lárgate! ¡Te deseo felicidad a ti y a tu nuevo cónyuge, cariño! -bramó Javier con sarcasmo, cortando el aire tenso, tomando de nuevo las cosas y arrojándolas a los pies de Claudia.
Ella estaba a punto de responder con una furia que ardía en su interior cuando, de repente, un hombre alto y musculoso corrió hacia ellos. Era Andrew, quien había estado observando la escena desde la distancia. Sin perder tiempo, se interpuso entre Claudia y Javier, con una mirada desafiante en sus ojos.
Con la mandíbula apretada, se acercó a Javier y sus rostros quedaron a escasos centímetros.
-¡Maldito infeliz! ¡Retira tus palabras! -exigió Andrew, con un gruñido grave en la voz-. No permitiré que ofendas a mi mujer. Así que retracte de lo contrario tendrás que atenerte a las consecuencias
Una mueca torció los labios de Javier, imperturbable ante la amenaza y con una sonrisa de suficiencia se enfrentó a Andrew.
No las retiraré -se mofó–¿Qué vas a hacer al respecto? No te tengo miedo.
La tensión se rompió; la mano de Andrew se posó con violencia en el cuello y lo empujó con violencia, Javier salió disparado, lo bastante fuerte como paral hacerle tambalear hacia atrás.
Los músculos de Andrew se tensaron e iba dispuesto a golpearlo, pero antes de que un golpe pudiera aterrizar en él, Claudia intervino. Colocó su mano en el pecho de su esposo; era a la vez suave y firme, sus ojos decididos.
-Esto no te concierne
Deja que yo me ocupe.
dijo en voz baja, pero con una autoridad inflexible.
Dio un paso al frente y con una tempestad de dignidad e ira en su postura. Con un rápido movimiento, su mano golpeó con fuerza la mejilla de Javier. a
El sonido resonó, como una aguda puntuación a su declaración.
-¡A mí me respetas! Ya aguanté suficiente humillaciones de ti y no estoy dispuesta a aceptar una más, porque si sigues haciéndolo vas a tener que pagar
las consecuencias.
Con la mano aún temblorosa, Claudia se volvió y deslizó sus dedos entre los de Andrew. Juntos, se alejaron del silencio atónito y furioso de Javier, regresando a la seguridad del coche que les esperaba.
*****
El corazón de Claudia latió con fuerza por la intensa confrontación. Andrew la miró con una mezcla de sorpresa aunque también de inquietud, mientras conducía de regreso a su mansión, donde esperaba llevarla.
A pesar de las circunstancias, había un atisbo de admiración en los ojos de Andrew por la valentía de Claudia al enfrentar a su exmarido.
Mientras Andrew navegaba por las concurridas calles de la ciudad, su teléfono emitió un tono urgente. Contestó con un tono cortante.
-Aló, ¿Qué ocurre? -hizo una pausa y continuó hablando-. Sí, allí estaré.
Cortó la llamada y, tras una pausa, miró a Claudia, con una expresión de disculpa pero cargada de preocupación.
-Surgió algo en la empresa y debo ir para allá, pero antes te llevaré a la casa ella asintió en silencio.
Cuando llegaron a la mansión de Andrew, era una enorme e impresionante propiedad de lujo que empequeñecía la antigua residencia de su exmarido. “Casa
para ese lugar le pareció un término inapropiado.
El mayordomo de turno, un caballero de cabello oscuro y postura impecable, la saludó con una respetuosa inclinación de cabeza.
-Señorita Claudia, bienvenida.
Hizo una señal a una criada, que se acercó con una sonrisa cortés. Era muy consciente de los sentimientos de Andrew por Claudia, por eso la trató con un toque extra de amabilidad.
-Sígame, por favor, señora le ofreció, guiando a Claudia por los enmarañados pasillos hasta una amplia habitación que prometía comodidad y tranquilidad.
Una vez dentro, Claudia se quedó por unos segundos en silencio observando el confort y la belleza del dormitorio, luego empezó a deshacer la maleta, rozando con las manos las telas y los recuerdos que contenía.
Sin embargo, cuando iba a colocar lo que llevó en su maleta en el vestier, se sorprendió al darse cuenta de los vestidos con las etiquetas, zapatos en sus cajas, ropa interior, joyas, maquillaje, todo de las marcas, colores y modelos que a ella
OHS BONOS
le gustaba m
-Disculpeme, ¿Esta habitación es de quién? -inquirió con curiosidad.
-Del señor y de usted–respondió la criada.
-Hay un error, ¿De quién es toda esa ropa? ¿Todas esas cosas? ¿Por qué están
preocupada.
alli? ¿Por qué voy a compartir habitación con él?-pros? ¿Por qué están
-Señora, todo lo que está allí y en ese vestier y en el de la habitación contigua es suyo, el señor las compró para usted, porque él esperaba que usted pronto viniera a ocupar su lugar en esta casa, y compartirá esta habitación con él, porque usted es su esposa.
Las palabras de la mujer la abrumaron e incluso le causaron miedo ¿Cómo un extraño había comprado cosas para ella? ¡No eso no estaba bien! Pensó y se lo hizo saber a la mujer.
-¡No! Está equivocada, esto no puede ser, no voy a usar nada de eso, y ahora mismo voy a hablar con el mayordomo… porque yo necesito mi propia habitación.
Comenzó a caminar sintiendo su corazón palpitando en el pecho, no estaba segura si del miedo, la expectación, no se dio cuenta y golpeó un portarretrato que cayó al suelo, al girarse, cuando la recogió, se dio cuenta de que era un retrato de Andrew, con un hombre y una mujer, mayores que él, supuso que se trataba de sus padres.
Estudió al hombre que estaba de pie junto a Andrew, con los ojos entrecerrados y algo en sus rasgos le replicó en la memoria. Frunció el ceño mientras intentaba localizarlo, pero el recuerdo seguía siendo esquivo, oculto en las sombras de su
mente.
Sin embargo, decidió ir a hablar con el mayordomo, no se quedaría en esa habitación.
Las p
de la Corporación Davis se abrieron con silenciosa autoridad cuando Andrew las atravesó, olvidando momentáneamente el peso de su enfrentamiento con el ex de su mujer. Recorrió los pulidos suelos con decisión, y las miradas de todos los empleados se dirigieron hacia él con una mezcla de reverencia y temor.
-Señor Davis, le saludó su asistente con voz firme a pesar de la urgencia que bailaba en sus ojos.
Le tendió una carpeta de papel manila, cuyo contenido, meticulosamente organizado, era el resultado de una minuciosa investigación.
-La información que solicitó sobre Javier Cáceres y su familia.
+15 BONOS
Andrew aceptó la carpeta y la abrió. La primera página contenía un resumen financiero, con cifras desoladoras que revelaban una fosa de desesperación. A medida que ojeaba el documento, cada cifra era una silenciosa confirmación de la inminente perdición de los Cáceres.
No se trataba solo de malas inversiones: había deudas, muchas de ellas, que se precipitaban hacia un abismo que solamente podía llenar el lucrativo acuerdo. con su propia empresa.
Una sonrisa de satisfacción se dibujó en los labios de Andrew. Había anticipado. una ventaja sobre Javier, pero esto era un jaque que desencadenaría sin lugar a dudas en un jaque mate a punto de producirse.
La ironía era deliciosa; el hombre que una vez trató de destruir la felicidad de Claudia ahora se tambaleaba al borde, sin saberlo, a merced del siguiente movimiento de Andrew.
– Manténgame al corriente de las negociaciones del contrato le ordenó con. voz suave, sin traicionar en absoluto el triunfo que latía en su interior-, me avisas cuando todo esté listo para firmar.
-Por supuesto, señor Davis
el bloc de notas.
afirmó Roger, su asistente, con el boligrafo sobre
Andrew se acomodó en su silla, la oficina que lo rodeaba bullía de actividad silenciosa, pero su mente ya estaba diseñando sus propios planes.