Chapter Capítulo 60
Le habían explicado a su tía Petunia lo sucedido. Dudley no estaba herido pero aún así tía Petunia insistió en llevarlo al Hospital mientras ellos se quedaban en casa. No había pasado ni media hora desde el ataque cuando una lechuza entró por la ventana, dejando un sobre en manos de Lily.
Querida señorita Potter:
Nos han informado de que ha realizado usted el encantamiento patronus a las 21.23 horas de esta noche en una zona habitada por muggles y en presencia de un muggle. La gravedad de esta infracción del Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad ha ocasionado su expulsión del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. En breve, representantes del Ministerio se desplazarán hasta su lugar de residencia para destruir su varita.
Dado que usted ya recibió una advertencia oficial por una infracción anterior de la Sección Decimotercera de la Confederación Internacional del Estatuto del Secreto de los Brujos, lamentamos comunicarle que se requiere su presencia en una vista disciplinar en el Ministerio de Magia el día 12 de agosto a las 09.00 horas.
Con mis mejores deseos.
Atentamente,
Malfalda Hopkirk
Oficina contra el Uso
Indebido de la Magia
Ministerio de Magia
—Vete a la mierda, Malfalda.—masculló Lily levantándose.
—¿Qué haremos ahora?—pregunto Astoria, preocupada.
—Pues ni loca dejo que destruyan mi varita.—dijo Lily.— Iré por mi escoba y nos largamos de aquí.
Sin embargo, en ese momento apareció una lechuza muy vieja y algo tonta, que todos reconocieron como la lechuza de los Weasley, la cual dejó un papel enrollado frente a Lily y se fue. Esta lo abrió.
Lily:
Dumbledore acaba de llegar al Ministerio y está intentando arreglarlo todo. NO SALGAS DE LA CASA DE TU TÍA. NO HAGAS MÁS MAGIA. NO ENTREGUES TU VARITA.
Arhur Weasley.
—Igual no pretendía dar mi varita.—masculló Lily.
—¿Se supone que debemos fiarnos de lo que haga Dumbledore?—cuestionó Theo.
—Creo que sí.—dijo Cassius en cuanto otra lechuza ingresó, dejando una nueva carta.
Querida señorita Potter:
Con relación a nuestra carta de hace unos veinte minutos, el Ministerio de Magia ha revisado su decisión de destruir de inmediato su varita mágica. Puede conservar usted su varita hasta la vista disciplinar el 12 de agosto, momento en el que se tomará una decisión oficial. Tras entrevistarse con el director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, el Ministerio ha acordado que el asunto de su expulsión también se decidirá en esa vista. Por lo tanto, considérese excusada del colegio hasta posteriores investigaciones.
Con mis mejores deseos.
Atentamente,
Malfalda Hopkirk
Oficina contra el Uso
Indebido de la Magia
Ministerio de Magia.
—Bueno, hay que admitir que eso fue rápido.—comentó Pansy con una mueca.
—Debe ser una broma.—masculló Theo cuando otra lechuza entró, con un pequeño rollo.
Arthur acaba de contarnos lo que ha sucedido. No vuelvas a salir de la casa, pase lo que pase.
Sirius.
—¿Y debemos fiarnos de tu padrino, quien no dio señales de vida en semanas?—cuestionó Pansy.
—No creo que haya más opciones.—intervino Hermione.— Se que a ninguno nos agrada Dumbledore, pero hay que admitir que no hay mejor opción para resolver este problema que no sea el.
—Aunque me moleste, debo admitir que es verdad.—dijo Lily con seriedad.— Sin embargo, no pienso depender del cabecita de algodón así como si nada. Tengo una reputación que mantener, incluso si El Profeta solo quiere hacerme ver como una loca. Cassius, supongo que puedo encargarte esto, ¿no es así?—lo miró.
—Déjelo en mis manos, reina.
Cuatro días más tarde, Dudley se encontraba internado en el hospital, completamente estable pero sumamente adolorido y con una gripe bastante pesada. Lily, quien no quería mortificar más a su tía Petunia, le informó que se irían esa misma tarde a la mansión Warrington, por lo que no quería que estuviera esa noche en casa para que, por cualquier cosa, no pasara nada.
—No tienes que irte.—había dicho Petunia con tristeza, tomando el rostro de su sobrina, a la que consideraba una hija, entre sus manos.— Lily, esta es tu casa, tu hogar. No tienes por que irte. Lo que sucedió no fue tu culpa, cariño. Ninguno de nosotros te culpa y se que Dudley lo primero que querrá al volver a casa será ver a su hermana.
—Gracias tía—sonrió Lily con tristeza.— pero es una decisión tomada. No me lo perdonaría si algo les pasara. Yo no podría vivir sin ustedes.
—No digas eso, mi amor. Nosotros siempre estaremos ahí para ti.
Después de un fuerte abrazo y muchos besos de parte de su tía, Petunia partió, no sin antes también abrazar y besar a cada uno de los amigos de su sobrina, dándoles a todos la bendición de Dios para que los protegiera.
—No sabía que tu tía era católica.—dijo Hermione en cuanto la mujer se fue.
—Bastante.—admitió Lily.— pero la creencia en Dios no la ciega. Es lo bueno.
—Lo mejor será arreglar las maletas.—dijo Theo.—debemos irnos antes de que vuelva tu tía. Es mejor que si cualquier otra cosa pasa, ella no este cerca.
—Prepararé los baúles.—dijo Cassius, quien era el único que podía hacerlo con magia.
Una hora y media más tarde, los seis jóvenes estaban en la habitación de Lily con todas sus pertenencias. Pretendían usar un trasladador cuando, de pronto, se oyó claramente un estrépito en la cocina.
Se miraron entre sí. Tía Petunia no había vuelto, ni siquiera habían escuchado el carro. Hubo silencio durante unos segundos, y entonces se oyeron voces. Inmediatamente Lily descartó la idea de que fueran ladrones muggles, después de todo, ellos intentarían hablar en voz baja.
Tomaron sus varitas y las alzaron frente a la puerta de la habitación, escuchando con atención. Pegaron un respingo, pues la cerradura pegó un fuerte chasquido y la puerta se abrió de par en par. Se quedaron inmóviles, mirando a través del umbral hacia el oscuro rellano del piso de arriba. Con una seña, Lily ordenó a las chicas quedarse ahí.
Colocándose al frente, Lily salió de la habitación, respalda por Theo y Cassius. Deprisa y en silencio, se colocaron al final de la escalera. Abajo, en el oscuro vestíbulo, había gente, sus siluetas se destacaban contra el resplandor de las farolas que entraba por la puerta de cristal de la calle. Eran ocho o nueve, y todos, si no se equivocaba, estaban mirándolos.
—Baja la varita, muchacha; a ver si le vas a sacar un ojo a alguien.
—¿Profesor Moody?—cuestionó Theo, inseguro.
—No sé si deban llamarme profesor. Nunca llegué a enseñar gran cosa, ¿no? Bajen, queremos verlos bien.
—¡No las bajen!—riño Lily, molesta.—¿Qué me asegura que usted es el verdadero Moody?—cuestionó fríamente.— No sería la primera vez que usurpan su identidad.
—Chica lista. Me agrada.
—No pasa nada, Lily. Hemos venido a buscarte.—dijo la voz de Remus.
—Tampoco me fio. —gruño Lily.
—Tu patronus es un dragón de quince metros.—dijo Remus, intentando que confiara.
—Gran información, eso salió hasta en el periódico.—masculló Lily.
—¿Por qué estamos aquí a oscuras?—pregunto una tercera voz, desconocida, de mujer.— ¡Lumos!
La punta de una varita se encendió e iluminó el vestíbulo con una luz mágica. Los tres parpadearon. Las personas que había abajo estaban apiñadas alrededor del pie de la escalera, con la mirada fija en Lily; algunas estiraban el cuello para verla mejor. Remus era quien más cerca estaba de ella. Lucía sano y joven, vestido con una túnica cara. La vida con Sirius lo estaba ayudando en demasía. Sonreía abiertamente a Lily, quien terminó admitiendo que era el al ver que el hombre parecía saltar de felicidad.
—¡Todo bien chicas!—dijo Lily y rápidamente Hermione, Pansy y Astoria se acercaron a ellos.
—¡Oh! Es como me la imaginaba—dijo la bruja que mantenía la varita iluminada. Tenía el rostro en forma de corazón, ojos oscuros y el cabello corto, de punta y de color violeta intenso.—¿Qué hay, Lily?
—Nunca he sabido contestar a esa pregunta.—masculló Lily con indiferencia.
—Te entiendo. Es demasiado vaga.—cooperó Theo.
—Dios, son unos nerds.—se burló Cassius.
—Sí, entiendo lo que quieres decir, Remus.—terció un mago negro y calvo que estaba al fondo.— Es clavada a Lily.
—Salvo por el alborotado cabello.—aportó otro mago de cabello plateado.— Eso es herencia de James.
—¿Estás seguro de que es ella, Lupin?—masculló Ojoloco.
—Relájese, un mortífago no soy.—masculló Lily del mismo modo y el hombre sonrió de lado.
Conscientes de que los veían, guardaron sus varitas en sus respectivos porta varitas ante la mirada aprobatoria de Ojoloco. En ese momento Remus se acercó y abrazó con fuerza a Lily.
—¿Cómo estas?
—Me enfrente a Voldemort por cuarto año consecutivo, una de mis amigas murió y fui torturada con la maldición cruciatus, eso sin mencionar que el imbécil y yo hicimos priori incatatem y pude ver el espíritu de mis padres. Un dementor casi mata a Cassius y a mi primo, estoy citada a un juicio en el Ministerio y El Profeta no deja de tacharme de loca.—dijo Lily con frialdad.— Estoy de maravilla, ¿no me ves?
—Entiendo, fue pregunta estúpida.—suspiró Remus ante la mirada incomoda de los presentes ante la frialdad de la chica.
—¿Qué hacen aquí?—cuestionó Lily.
—Vamos a llevarte con nosotros.—dijo Remus y miró al resto.— A todos.
—¿Ya?—pregunto Hermione.
—Sí, enseguida. Solo estamos esperando a que nos den luz verde.
—¿A donde vamos?—pregunto Pansy.
—Hemos montado el cuartel general en un lugar indetectable. Nos ha costado bastante tiempo...Pero bueno, este es Alastor Moody, chicos.
—Ya sabemos.—murmuraron todos.
—Y ésta es Nymphadora...
—No me llames Nymphadora, Remus.—protestó la joven.—Me llamo Tonks.
—Nymphadora Tonks que prefiere que la llamen por su apellido.
—Tu también lo preferirías si la necia de tu madre te hubiera puesto «Nymphadora»
—Y este es Kingsley Shacklebolt...Elphias Doge...Dedalus Diggle...Emmeline Vance...Sturgis Podmore...y Hestia Jones.
Lily inclinó la cabeza a medida que se los presentaban.
—Una sorprendente cantidad de personas se ofrecieron voluntarias para venir a buscarte.—comentó Remus.
—Sí...bueno, cuantos más mejor.—agregó Moody.—Somos tu guardia, Potter.
—Solo estamos esperando que nos den la señal de que podemos marcharnos sin peligro. Nos quedan unos quince minutos.
—¿Y cómo iremos?—pregunto Astoria, tímidamente.
—En las escobas.—respondió Lupin.— Es la única forma. Son jóvenes como para aparecerse. Deben estar vigilando la Red Flu y no vamos a jugárnosla montando un trasladador no autorizado.
—Remus dice que vuelas muy bien.—comentó Kingsley Shacklebolt con voz grave, mirándola.
—Vuelo de maravilla.—respondió Lily con orgullo.—fui la buscadora más joven en Hogwarts de los últimos 100 años.
—Asombroso.—sonrió.
—Bueno, será mejor que subas a hacer el equipaje.—dijo Remus a Lily.
—¡Yo la ayudo!—exclamó Tonks.
—Ya lo tenemos listo.—intervino Hermione mientras Theo y Cassius subían las escaleras por las cosas.—Planeábamos irnos a la mansión Warrington justo cuando ustedes llegaron.
—Oh, bueno.—dijo Tonks viendo como los dos chicos dejaban las cosas en el vestíbulo.—¿Lo tienen todo? ¡Caramba! ¿Una Saeta de Fuego? Y yo todavía llevo una Cometa 260.
—Bien, entonces, habrá que salir al jardín para estar preparados.—dijo Remus.
—Ven aquí, muchacha.—dijo Moody con brusquedad.— Tengo que desilusionarte.
—Si no hay de otra.—dijo ella.
Moody le dio unos fuertes golpes en la coronilla y, unos minutos después, su cuerpo había adoptado el color y la textura exactos de la cocina que tenía detrás.
—El camaleón humano.—se burló Pansy.
—Chistosita.—dijo Lily.
Todos salieron al jardín, era una noche despejada.
—Hubiera preferido que estuviera un poco nublado.—dijo Moody y miro a Lily.— Vamos a volar en formación cerrada. Tonks irá delante de ti, así que no te separes de su cola. Lupin te cubrirá desde abajo. Yo iré detrás de ti. Los demás nos rodearán. No hemos de romper filas bajo ningún concepto, ¿entendido? Si alguno de nosotros muere, los otros que sigan volando, sin parar y sin romper filas. Si nos liquidan a todos nosotros y tu sobrevives, Lily, la retaguardia está en estado de alerta para entrar en acción; sigue volando hacia el este y ellos se reunirán contigo.
—No seas tan jovial, Ojoloco.—intervino Tonks.
—Solo le explico el plan a la muchacha. Nuestra misión consiste en entregarla sana y salva en el cuartel general, y si morimos en el intento...
—No va a morir nadie.—terció Kingsley con voz tranquilizadora.
—Moody tiene razón, no estamos en condiciones de confiarnos.—dijo Lily y miro con seriedad a su corte.— Cassius, Pansy, irán al frente con Tonks, repelan cualquier ataque si ocurre, su prioridad es Hermione y Astoria, quienes irán detrás de mi. Theo, tu vas conmigo.
—Entendido, reina.—dijo su corte, sorprendiendo a los demás.
La primer señal apareció a lo lejos como una lluvia de brillantes chispas rojas que había estallado entre las estrellas. Todos montaron sus escobas: Lily su Saeta de Fuego; Cassius y Theo sus Nimbus 2001; Pansy su Nimbus 2000; Y Hermione y Astoria iban juntas en la Nimbus 2001 de Lily, resaltando por la decoración de fresas, obsequio de Draco.
La segunda señal apareció, esta vez en chispas verdes. Todos despegaron. El fresco aire nocturno le echó el pelo hacia atrás a Lily y los pulcros y cuidados jardines de Privet Drive empezaron a alejarse. Tenía la sensación de que el corazón iba a explotarle de placer; volvía a volar.
—Todo a la izquierda, todo a la izquierda, hay un muggle mirando hacia arriba!—grito Moody desde atrás.—¡Necesitamos más altitud! ¡Asciendan cuatrocientos metros más!
El frío hizo que a Lily empezaran a llorarle los ojos a medida que seguían subiendo; en ese momento, debajo ya no veía nada más que las motitas de luz de las farolas y los faros de los coches.
—¡Virando a la izquierda! ¡Pueblo al frente! ¡Luego viren al suroeste y sigan subiendo; más allá hay unas nubes bajas en las que podemos perdernos!
—¡No nos hagas pasar entre nubes! ¡Vamos a quedar empapados, Ojoloco!—repuso Tonks, enojada.
De vez en cuando rectificaban la trayectoria según las indicaciones de Ojoloco. Lily entornaba al máximo los ojos frente a aquella corriente de viento helado que empezaba a producirle dolor en los oídos. Lily perdió la noción del tiempo: ya no sabía cuanto rato llevaban volando, pero calculaba que por lo menos hacía una hora.
Remus anunció que llegaba el momento de descender, por lo que pidió a Tonks y Lily que lo siguieran. Lily siguió a Tonks en una caída en picado. Se dirigían hacia el grupo de luces más grande que había visto hasta entonces, un enorme y extenso entramado de líneas relucientes con trozos negros intercalados. Siguieron bajando hasta que Lily empezó a distinguir faros y farolas, chimeneas y antenas de televisión.
—¡Allá vamos!—grito Tonks y unos segundos más tarde había aterrizado.
Lily tomó tierra justo detrás de ella y desmontó en una parcela de hierba sin cortar, en medio de una pequeña plaza. Miró a su alrededor. Las sucias fachadas de los edificios no parecían muy acogedoras; algunas tenían los cristales de las ventanas rotos, y éstos brillaban débilmente reflejando la luz de las farolas; la pintura de muchas puertas estaba desconchada, y junto a varios portales se acumulaba la basura.
—¿Dónde estamos?—cuestionó Lily cuando sus amigos se colocaron junto a ella.
—Espera un minuto.—dijo Remus. Moody hurgaba en su capa con las nudosas manos entumecidas.
—Ya lo tengo.—masculló; a continuación, levantó algo que parecía un encendedor de plata y lo accionó.
La farola más cercana se apagó. Volvió a accionar el artilugio y se apagó la siguiente; siguió accionándolo hasta que todas las farolas de la plaza se hubieron apagado y la única luz que quedó fue la que procedía de unas ventanas con las cortinas echadas y la de la luna en cuarto creciente.
—Me lo prestó Dumbledore— dijo Moody, guardándose el apagador en el bolsillo— Por si algún muggle asoma la cabeza por la ventana, ¿sabes? Y ahora en marcha, deprisa.
Tomó a la Lily por un brazo, quien lo miró fríamente, provocando que la soltara. Le hizo una seña con la cabeza y la guio; cruzaron la calle y subieron a la acera. Cassius, Theo, Pansy, Hermione, Astoria, Remus y Tonks, los seguían con los baúles en mano.
—Es aquí.—murmuró Moody; le puso a Lily un trozo de pergamino y acercó el extremo iluminado de su varita para que pudieran ver el texto.— Léanlo rápido y memorícenlo.
Los muchachos miraron el trozo de pergamino. La letra, de trazos estrechos, resultaba vagamente familiar. El texto rezaba:
El cuartel general de la Orden del Fénix está ubicado en el número 12 de Grimmauld Place, en Londres.
Se miraron entre sí. ¿Qué era la Orden del Fénix? Intuyeron que no era un buen momento para preguntarlo.
Moody le arrebató a Lily el trozo de pergamino y le prendió fuego. Lily miro las casas. Estaban delante del número 11; miró a la izquierda y vio el número 10; a la derecha, sin embargo, estaba el número 13.
—Piensen en lo que acaban de memorizar.—recordó Remus con serenidad.
Todos lo pensaron y entonces, una maltrecha puerta salió de la nada entre los número 11 y 13, y de inmediato aparecieron unas sucias paredes y unas mugrientas ventanas. Era como si, de pronto, se hubiera inflado una casa más, empujando a las que tenía a ambos lados y apartándolas de su camino.
—Vamos, deprisa.—gruño Moody.
Lily subió los desgastados escalones de piedra, sin apartar los ojos de la puerta que acababa de materializarse. La pintura negra estaba estropeada y arañada, y la aldaba de plata tenía una forma de serpiente retorcida, que provoco que los Slytherin se miraran entre sí. No había cerradura ni buzón. Remus sacó su varita y dio un golpe con ella en la puerta. Oyeron unos fuertes ruidos metálicos y algo que sonaba como una cadena. La puerta se abrió con un chirrido.
—Entren, rápido, pero no se alejen demasiado y no toquen nada.
Cruzaron el umbral y se sumergieron en la casi total oscuridad del vestíbulo. Tenía toda la pinta de ser un edificio abandonado. Moody fue el último en entrar.
—Por aquí.—dijo, dándole unos golpecitos en la cabeza a Lily con la varita, quitando el encantamiento desilusionador.— Ahora, todos quietos mientras pongo un poco de luz aquí dentro.
Oyeron un débil silbido, y entonces unas anticuadas lámparas de gas se encendieron en las paredes y proyectaron una luz, débil y parpadeante, sobre el despegado papel pintado y sobre la raída alfombra de un largo y lúgubre vestíbulo, de cuyo techo colgaba una lámpara de cristal cubierta de telarañas y en cuyas paredes lucían retratos ennegrecidos por el tiempo que estaban torcidos.
Lily oyó que algo correteaba detrás del zócalo. Tanto la lámpara como el candelabro, que había encima de una desvencijada mesa, tenían una forma de serpiente. Oyeron unos rápidos pasos y la señora Weasley entró por una puerta que había al fondo del vestíbulo. Corrió a recibirlos con una sonrisa radiante, aunque parecía pálida y algo delgada.
—¡Oh! ¡Pero si es Lily! ¡Cuánto me alegro de volver a verte!— sin permiso, la abrazó, para después separarse y mirarla con ojo crítico— Estas paliducha, necesitas engordar un poco, pero me temo que tendrás que esperar hasta la hora de la cena.
—Me encuentro bien, gracias.—dijo Lily, soltándose de su agarre con suavidad, para no ofenderla.
—Acaba de llegar.—dijo Molly, mirando al grupo de magos detrás de los chicos.— La reunión ya ha comenzado.
Los magos emitieron ruiditos de interés y de expectación y empezaron a desfilar hacia la puerta por la que Molly Weasley acababa de aparecer.
—No chicos, ustedes no. La reunión es sólo para miembros de la Orden. Mis hijos están arriba; pueden esperar con ellos hasta que acabe. Luego cenaremos. Y hablen en voz baja en el vestíbulo.
—¿Porqué?—pregunto Theo con el ceño fruncido.
—No quiero que se despierte nada.
—¿Qué?—dijo Pansy, mirando a Molly como si estuviera chiflada.
—Ya se los explicare más tarde, ahora debo darme prisa. Tengo que asistir a la reunión, pero antes te enseñaré donde van a dormir.
Se llevó un dedo a los labios y los precedió de puntillas; pasaron delante de un par de largas y apolilladas cortinas, detrás de las cuales Lily supuso que debía haber otra puerta, y tras esquivar un gran paragüero que parecía hecho con la pierna cortada de un trol, empezaron a subir la escalera oscura y pasaron junto a una hilera de cabezas reducidas montadas en placas, colgadas en la pared. Eran elfos domésticos. ¿Qué demonios hacían en una casa que parecía la del más tenebroso de los magos?
—Irónicamente me siento como en casa.—comentó Theo. Pansy, Cassius y Astoria asintieron.
—Yo como en Slytherin.—dijo Lily. Hermione los miro aterrada.
—Ron les explicara todo, queridos. Lo siento, pero tengo mucha prisa.—susurró Molly.— Miren.—dijo en cuanto llegaron al segundo rellano.— Su puerta es la de la derecha, yo quería separarlos en hombres y mujeres pero Sirius insistió en que querrían estar juntos. Compórtense.
Dicho eso, bajó apresuradamente la escalera. Ellos cruzaron el lúgubre rellano, girando el pomo de la puerta que tenía forma de cabeza de serpiente, y abrieron la puerta. Vislumbraron una habitación sombría con el techo alto, dos camas matrimoniales y un sofá cama. Entonces, oyeron un fuerte parloteo, seguido de un chillido aún más fuerte. Al segundo después, Ron Weasley apareció. Hermione le sonrió ligeramente. No se hablaban mucho desde lo sucedido con el periódico.
—Hola.—saludó incomodo.
—Weasley.—saludó Lily con indiferencia.
—No esperábamos que vinieras tan pronto, por eso Dumbledore te mando vigilar todo el tiempo pro miembros de la Orden del Fénix.—comentó Ron.
—No veo que haya funcionado.—masculló Cassius con desdén.
—Dumbledore estaba furioso.—comentó Ron a Hermione, incomodo al estar entre tantos Slytherin.— Mis hermanos y yo lo vimos. Cuando se enteró de que Mundungus había abandonado su puesto antes de que terminara su turno...Daba miedo verlo.
—¿Qué es esta casa?—cuestionó Theo.
—El cuartel general de la Orden del Fénix.—respondió Ron.
—Eso ya lo sabemos, idiota, ¿sino como entramos aquí?—dijo Pansy con desdén.
—Lo que queremos saber, —intervino Astoria— ¿es que es la Orden del Fénix?
—Una sociedad secreta. La dirige Dumbledore; el fue quien la fundo. La forman los que lucharon contra Quienes-ustedes-saben la última vez.
—¿Quienes?—pregunto Hermione.
—Bastante gente...Nosotros hemos conocido a unos veinte, pero creemos que son más.
—¿Qué saben de Voldemort?—preguntó Lily y Ron la miro.
—Bueno....La Orden no nos deja participar en sus reuniones, así que no tenemos muchos detalles; pero sí una idea en general. Verán, Fred y George han inventado unas orejas extensibles. Son muy útiles.
—¿Orejas...?
—Extensibles, sí. Pero últimamente hemos tenido que dejar de usarlas porque mamá nos descubrió y se puso hecha una fiera. Fred y George tuvieron que esconderlas todas para que mamá no las tirara a la basura. Pero las usamos bastante antes de que mamá se diera cuenta de lo que estábamos haciendo. Ahora sabemos que algunos miembros de la Orden están siguiendo a unos conocidos mortífagos, están vigilándolos. Otros se dedican a reclutar más gente y otros montaban guardia no sé donde.
—¿Pues a quién va a ser, Ronald?—Hermione lo miro exasperada.
—¡Ah, claro! —se sonrojo por la vergüenza— Potter...sí...
—¿Qué han estado haciendo si no los dejan entrar a las reuniones?—pregunto Theo.
—Hemos estado ocupados descontaminando esta casa; llevaba muchos años vacía y se había criado de todo. Hemos conseguido limpiar a fondo la cocina, casi todos los dormitorios y creo que mañana nos toca la sa...¡Aaaaah!
Con dos fuertes estampidos, Fred y George, los hermanos gemelos de Ron, se habían materializado de la nada en medio de la habitación.
—¡Hola Lily y serpientitas!—saludó George con una radiante sonrisa.
—Nos pareció oír sus dulces voces.—comentó Fred también sonriente.
—Genial, las fotocopias han aprobado los exámenes de Aparición.—dijo Cassius en un suspiro.
—Con muy buena nota.—confirmó Fred, que tenía en la mano una cosa que parecía un trozo de cuerda muy largo de color carne.
—Habrían tardado unos treinta segundos más si hubieran bajado la escalera.—refuto Ron.
—El tiempo es galeones, hermanito.—repuso Fred.— Bueno, Lily. Están dificultando la recepción. Estas son orejas extensibles.— le mostró la cuerda que tenía en la mano y que, según vio Lily, empezó a arrastrarse hasta el rellano.— Estamos intentando oír lo que pasa abajo.
—Tengan mucho cuidado.—recomendó Ron.— Si mamá vuelve a encontrar una de esas...
—Vale la pena correr el riesgo; la reunión de hoy es importante.—dijo Fred. Entonces abrió la puerta y por ella entró una larga cabellera pelirroja.
—¡Hola, Lily!—saludó alegremente la hermana pequeña de Ron, Ginny.— Me pareció oír tu voz.— Miró a Fred y a George, y añadió:— No van a conseguir nada con las orejas extensibles. Mamá le ha hecho un encantamiento de impasibilidad a la puerta de la cocina.
—¿Cómo lo sabes?—preguntó George alicaído.
—Tonks me ha explicado como descubrirlo.—contó Ginny.— Sólo tienes que lanzar algo contra la puerta, y si no logra hacer contacto quiere decir que la han imposibilitado. He estado lanzándole bombas fétidas desde lo alto de la escalera, pero salían despedidas antes de tocarla, de modo que no hay forma de que las orejas extensibles puedan pasar por debajo.
Fred exhaló un hondo suspiro.
—¡Qué lástima! Estaba deseando averiguar que ha estado haciendo Snape.
—¡¿Snape?!—exclamaron los recién llegados.
—Sí, esta aquí. Ha venido a dar parte. Es confidencial—dijo George.
—Imbécil.—exclamó Fred.
—Cuida tu boca, Weasley.—masculló Lily viéndolo con severidad.—Por lo que puedo ver, ahora el esta en su bando.
—Eso no quita que sea un imbécil. Basta con ver cómo nos mira.—opinó Ron, soltando un bufido.
—A Bill tampoco le cae bien.—intervino Ginny.
—A ningún Slytherin le cae bien un Gryffindor.—dijo Pansy con los brazos cruzados.
—¿Bill esta aquí? ¿No trabajaba en Egipto?—pregunto Lily, recordándolo por su gusto musical en común cuando lo conoció en los mundiales.
—Solicitó un puesto de oficinista para poder volver a casa y colaborar con la Orden.—aclaró Fred.—Dice que echa de menos las tumbas, pero esto tiene sus compensaciones.
—¿De que hablas?
—¿Recuerdas a Fleur Delacour?—dijo George— Ha aceptado un empleo en Gringotts para «pegfeccionag» su inglés...
—Y Bill le ha dado un montón de clases particulares.—añadió Fred con tono burlón.
—Charlie también ha entrado en la Orden.—prosiguió George— pero todavía está en Rumania. Dumbledore quiere que entren en la Orden todos los magos extranjeros que sea posible, y Charlie intenta captarlos en sus días libres.
—¿Eso no podría hacerlo Percy?—pregunto Hermione, recordando que este trabajaba en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional del Ministerio de Magia. Al oír las palabras de Hermione, los Weasley intercambiaron miradas cómplices y llenas de misterio.
—Pase lo que pase, no menciones a Percy delante de mis padres.—advirtió Ron a Hermione con voz tensa.
—¿Por qué no?
—Porque cada vez que alguien nombra a Percy, papá rompe lo que tenga en las manos y mamá se pone a llorar.—contestó Fred.
—Ha sido espantoso—añadió Ginny con tristeza.
—Me parece que nos hemos librado de él.—dijo George con expresión desagradable en la cara.
—¿Qué ocurrió?—pregunto Hermione, preocupada.
—Percy y papá discutieron.—comenzó Fred— Nunca he visto a papá discutir así con nadie. Normalmente mamá es la que grita.
—Fue la primera semana después de terminar el curso.—continuó Ron.—Estabamos a punto de venir a reunirnos con los de la Orden. Percy llegó a casa y nos dijo que lo habían ascendido.
—¿Es broma?—intervino Pansy con una ceja arqueada y todos la miraron.— Sin ofender, pero el chico pudo ser premió anual pero no creo que haya tenido mucho éxito con su primer empleo en el Ministerio considerando lo que paso con Crouch.
—Sí, a todos nos sorprendió.—afirmó George— Precisamente por ese lío de Crouch. Dijeron que Percy debería haberse dado cuenta de que Crouch estaba chiflado y que había tenido que informar a algún superior. Pero ya saben como es Percy: Crouch lo había dejado al mando y el no iba a protestar.
—¿Y entonces como lo ascendieron?—pregunto Hermione.
—Eso fue exactamente lo que nos preguntamos nosotros.—respondió Ron.— Llegó a casa muy satisfecho de sí mismo, más satisfecho incluso de lo habitual, no sé si podrían imaginárselo; y le dijo a papá que le habían ofrecido un cargo en la oficina del propio Fudge. Un cargo muy importante para tratarse de alguien que solo hacía un año que había salido de Hogwarts: asistente junior del ministro. Creo que esperaba que papá se quedara muy impresionado.
—Es obvio que quieren vigilarlos a través de él.—comentó Lily.
—Si, bueno, papá no quedó nada impresionado.—comentó Fred.
—Verán, por lo visto Fudge se pasea hecho una furia por el Ministerio vigilando que nadie tenga ningún contacto con Dumbledore.—explicó George.
—Es que últimamente Dumbledore no está muy bien visto en el Ministerio.—agregó Fred.— Todos creen que solo causa problemas al decir que Quien-tu-sabes ha regresado.
—Papá dice que Fudge ha dejado muy claro que todo el que tenga algo que ver con Dumbledore ya puede ir vaciando su mesa.—dijo George.—El problema es que Fudge sospecha de papá, pues sabe que se lleva bien con Dumbledore, y siempre ha creído que papá es un poco raro por su obsesión con los muggles.
—Y cómo dijo Lily, papá cree que Fudge solo quiere tener a Percy en su oficina porque pretende utilizarlo para espiar a nuestra familia y a Dumbledore.—completó Fred.
—Me imagino que eso a Percy le encantó.—dijo Lily con una sonrisa socarrona.
—Se puso hecho una fiera.—admitió Ron.—Dijo...bueno, dijo un montón de cosas terribles. Dijo que había tenido que luchar contra la mala reputación de papá desde que entró a trabajar en el Ministerio, y que papá no tiene ambición y que por eso siempre hemos sido...Bueno, ya sabes, que por eso nunca hemos tenido mucho dinero.
Los Slytherin se miraron entre sí mientras Hermione se acercaba a consolar a Ron y Ginny. No lo dirían, pero Percy Weasley tenía razón en ciertos aspectos, especialmente el de la ambición y la pobreza.
—Y eso no es todo.—siguió Ron.— Dijo que papá era un idiota por relacionarse con Dumbledore, que Dumbledore iba a tener graves problemas y papá se iba a hundir con él, y que él, Percy, sabía donde estaba su lealtad: con el Ministerio. Y que si papá y mamá iban a convertirse en traidores al Ministerio, el pensaba asegurarse de que todo el mundo supiera que ya no pertenecía a nuestra familia. Hizo el equipaje aquella misma noche y se marchó. Ahora vive aquí, en Londres.
»Mamá lo ha pasado muy mal. Ya te imaginas, llorando y eso. Vino a Londres para intentar hablar con Percy, pero él le cerro la puerta en las narices. No sé que hace Percy cuando se encuentra a papá en el trabajo, supongo que ignorarlo.
Todos se quedaron unos minutos en silencio. Si bien habían mantenido un conversación cordial entre todos, parecía que en ese momento los Weasley habían recordado que ellos, exceptuando a Hermione, eran Slytherin. Aunque George y Fred no parecían tener realmente problemas con ello. De pronto, oyeron pasos que subían por la escalera.
Fred le dio un tirón a la oreja extensible; se oyó otro estampido y él y George desaparecieron. Un segundo después, la señora Weasley entró por la puerta del dormitorio.
—La reunión ha terminado, ya pueden bajar a cenar. Todos se mueren de ganas de verte, Lily. Por cierto, ¿quién ha dejado esas bombas fétidas frente a la puerta de la cocina?
—Crookshanks.—dijo Ginny descaradamente. Hermione la miro indignada.— Le encanta jugar con ellas.
—¡Ah! Creía que quizá hubiera sido Kreacher; siempre esta haciendo cosas raras. Bueno no olviden bajar la voz cuando pasen por le vestíbulo. Ginny, llevas las manos sucias, ¿qué has estado haciendo? Ve y lávatelas antes de cenar, por favor. Ron, tu también.
Ambos hermanos sonrieron ligeramente a Hermione, despidiéndose con un asentimiento de cabeza de los demás y se fueron junto a su madre, dejándolos solos.
—Me siento enferma.—dijo Pansy.
—Es el efecto de convivir tanto con los Weasley.—opinó Theo y todos rieron ligeramente.
—Lo mejor será bajar.
Todos obedecieron a las palabras de Hermione y fueron hasta el rellano, donde se asomaron un momento por encima del pasamanos. El lúgubre vestíbulo que había debajo estaba abarrotado de magos y brujas, entre ellos la guardia de Lily. Susurraban con emoción. En el centro del grupo, Lily vio la oscura cabeza del profesor de Hogwarts que más le gustaba: el profesor Snape. Al cabo de unos segundos, todos empezaron a desfilar hacia la puerta de la calle y se perdieron de vista.
Comenzaron a bajar las escaleras. Cuando pasaban por delante de la hilera de cabezas de elfos domésticos colgadas en la pared, vieron a Remus, Molly a Tonks junto a la puerta de la calle, cerrando mediante magia los numerosos cerrojos y cerraduras en cuanto los restantes magos hubieron salido.
—Comeremos en la cocina.—susurró Molly al reunirse con ellos al pie de la escalera.— Lily, querida, chicos, si quieren cruzar el vestíbulo de puntillas, es esa puerta de ahí...
Un fuerte golpe sonó.
—¡Tonks!—gritó Molly, exasperada.
—¡Lo siento!—gimoteó Tonks, que estaba tumbada en el suelo.— Es ese ridículo paragüero, es la segunda vez que tropiezo con...
Pero sus últimas palabras quedaron sofocadas por un espantoso, ensordecedor y espeluznante alarido. Las apolilladas cortinas de terciopelo en que Lily se había fijado al llegar a la casa se habían separado, pero no había ninguna puerta detrás de ellas.
Se trataba de un retrato de tamaño natural, donde una anciana echaba espuma por la boca, sus ojos giraban descontrolados y tenía la amarillenta piel de la cara tensa y tirante. Remus y Molly corrieron al retrato e intentaron cerrar las cortinas pero no podían con ellas, mientras que la anciana gritaba cada vez más alto:
—¡Cerdos! ¡Canallas! ¡Subproductos de la inmundicia y de la cochambre! ¡Mestizos, mutantes, monstruos, fuera de esta casa! ¿Cómo se atreven a contaminar la casa de mis padre?
Sirius salió de repente.
—¡Cállate, vieja arpía! ¡Cállate!—bramó y la anciana palideció de golpe.
—¡Tú! ¡Traidor, engendro, vergüenza de mi estirpe!
—¡Ya entiendo!—dijo Theo y todos los chicos lo miraron— Estamos en la casa Black. La familia de Sirius...joder, este lugar es el paraíso de las artes oscuras. Quizá puedas calmarla tú, Lily, —la miró— la familia Black respeta mucho la jerarquía Slytherin.
—¡Basta!—intervino Lily, colocándose frente al retrato con la barbilla en alto.— Ya es suficiente griterío por un día. Señora Black, contrólese, por favor.
—¡¿Quién eres tú?!
—Mi nombre es Lily y soy la actual reina de Slytherin.—informó con firmeza y el rostro de la mujer demostró sorpresa.—Me supongo que debe ser frustrante que haya mestizos en su hogar, lo comprendo, pero no puedo hacer mucho al respecto. Sin embargo, le aseguro que durante mi estancia, nadie profanara su sagrado hogar de ninguna manera.
—Muchas gracias, mi reina.—dijo la anciana.— Walburga Black, a su servicio, mi reina. Puede disponer de mi hogar, sus elementos y mi elfo doméstico, de la manera en que desee.
—Se lo agradezco.—asintió Lily.
—Mi reina...—Walburga la miro y sonrió con orgullo.—Es un honor saber que la reina de Slytherin se casara con el rey de Slytherin, un Malfoy.
—¡¿QUÉ COSA?!—grito Sirius al borde del infarto.
—¿A qué se refiere?—la miró confundida.
—La horquilla que trae en su cabello es una antigua reliquia Malfoy que todas las mujeres Malfoy han utilizado durante su adolescencia antes del matrimonio. No se le entrega a cualquiera. Si usted la tiene, eso quiere decir que el heredero de los Malfoy, hijo de Narcisa, mi sobrina, debe ser su pareja y quien se lo entrego.—sonrió orgullosa.— Larga vida a la reina Lily, y le deseó un muy prospero futuro con su amado.
Y ante esas palabras, Lily deseó haber incinerado el cuadro en lugar de tranquilizarlo.