Potter Girl [Draco Malfoy]

Chapter Capítulo 55



Lily sintió que sus pies daban contra el suelo. La pierna herida flaqueó, y cayó de bruces. La mano, por fin, soltó la Copa de los tres magos. Cedric se levantó, ayudó a Lily a ponerse en pie y los dos miraron en torno. Habían abandonado los terrenos de Hogwarts. Era evidente que habían viajado muchos kilómetros, porque ni siquiera se veían las montañas que rodeaban el castillo.

Se hallaban en el cementerio oscuro y descuidado de una pequeña iglesia, cuya silueta se podía ver tras un tejo grande que tenían a la derecha. A la izquierda se alzaba una colina. En la ladera de aquella colina se distinguía apenas la silueta de una casa antigua y magnífica.

—¿Te dijo alguien que la Copa fuera un trasladador?—pregunto Cedric. Parecía nervioso.

—Nadie.—respondió Lily mirando el cementerio.

—¿Será esto parte de la prueba?

—Lo dudo mucho. Mejor ve sacando tu varita.

Cedric tragó grueso y ambos sacaron las varitas. Lily observaba todo con detalle, sentía que los vigilaban.

—Alguien viene.—dijo Cedric, de pronto.

Escudriñando en la oscuridad, vislumbraron una figura que se acercaba caminando derecho hacia ellos por entre las tumbas. Lily no podía distinguirle la cara; pero, por la forma en que andaba y la postura de los brazos, pensó que llevaba algo en ellos. Quienquiera que fuera, era de pequeña estatura, y llevaba sobre la cabeza una capa con capucha que le ocultaba el rostro.

La distancia entre ellos se acortaba a cada paso, permitiéndoles ver que lo que llevaba el encapuchado parecía un bebé. Lily no bajo su varita y echó una mirada a Cedric, quien se la devolvió desconcertado. Uno y otro volvieron a observar al que se acercaba, que al final se detuvo junto a una enorme lápida vertical de mármol, a dos metros de ellos.

Durante un segundo, Lily, Cedric y el hombrecillo no hicieron otra cosa más que mirarse. Y entonces, sin previo aviso, la cicatriz empezó a dolerle. Soltó una maldición al mismo tiempo que cayó de rodillas al suelo, sintiendo que la cabeza le iba a estallar de dolor. Desde lo lejos, por encima de su cabeza, oyó una fría y aguda voz que decía:

—Mata al otro.

—¡Avada Kedavra!

—¡NO!—grito Lily y, sin poder ver muy bien por el dolor, empujo a Cedric al suelo, alcanzando a percibir como el rayo de luz verde impactaba contra un ave.

—¡Lily! ¡Gracias! —exclamó Cedric y ella, sin decir nada, lo volvió a empujar al suelo y se colocó sobre el mirando al frente.

—Ah...ya ignóralo, sigue siendo igual de escurridiza. —dijo la voz aguda con resignación.

De pronto, antes de que Lily pudiera recomponerse del todo y sin encontrar su varita, el hombrecillo de la capa había posado su lío de ropa y con la varita encendida, arrastraba a Lily hacia la lápida de mármol, dejando atrás a Cedric, quien por el temor era incapaz de moverse.

A la luz de la varita, Lily vio el nombre inscrito en la lápida antes de ser arrojada contra ella:

TOM RYDDLE

El hombre de la capa hizo aparecer unas cuerdas que sujetaron firmemente a Lily, atándola a la lápida desde el cuello a los tobillos. También lanzó cuerdas a Cedric, sujetándolo. De pronto, Lily forcejeo y el hombre la golpeó con una mano a la que le faltaba un dedo, entonces, ella comprendió quien se ocultaba bajo la capucha: Colagusano.

—¡Tú!—dijo jadeando.

Pero el no contestó. Cuando estuvo seguro de que Lily había quedado tan firmemente atada a la lápida que no podía moverse ni un centímetro, Colagusano sacó de la capa una tira larga de tela negra y se la metió a Lily en la boca. Luego, sin decir una palabra, le dio la espalda y se marchó a toda prisa.

Lily no podía decir nada, ni ver a donde había ido Colagusano. Solo podía ver lo que había justo delante de ella, que era Cedric, igualmente amarrado, a unos seis metros de distancia. Un poco más allá, brillando a la luz de las estrellas, estaba la Copa de los tres magos. La varita de Lily se encontraba en el suelo, a sus pies.

El lío de ropa que Lily había pensado que sería un bebé se hallaba cerca de ella, junto a la sepultura. Se agitaba de manera inquietante. Lily lo miró y la cicatriz le volvió a doler. Entonces...comprendió que no quería ver lo que había dentro de aquella ropa.

Oyó un ruido a sus pies. Bajo la mirada y vio una serpiente gigante deslizarse por la hierba, rodeando la lápida a la que estaba atada. Volvió a oír, cada vez más fuerte, la respiración rápida y dificultosa de Colagusano, que soñaba como si estuviera acarreando algo pesado.

Entonces entró en el campo de visión de Lily, que lo vio empujando hasta la sepultura algo que parecía un caldero de piedra, aparentemente lleno de agua. Oyó que salpicaba el suelo, y era más grande que ningún caldero que ella hubiera utilizado nunca: era una especie de pila de piedra capaz de contener a un hombre adulto sentado. La cosa que había dentro del lío de ropa, en el suelo, se agitaba con más persistencia, como si tratara de liberarse.

En aquel momento, Colagusano hacía algo en el fondo del caldero con la varita. De repente brotaron bajo el unas llamas crepitantes. La serpiente se alejó reptando hasta adentrarse en la oscuridad. El líquido que contenía el caldero parecía calentarse muy rápidamente. El caldero parecía arder, el vapor se espesaba. El lío de ropa empezó a agitarse más fuerte y Lily volvió a oír la voz fría y aguda:

—¡Date prisa!

—Ya esta listo, amo.

—Ahora...

Colagusano abrió el lío de ropa, revelando lo que había dentro. Era como si hubiera levantado una piedra y dejado a la vista algo oculto, horrendo y viscoso...pero cien veces peor de lo que se pueda decir. Lo que Colagusano había llevado con él tenía la forma de un niño agachado, pero no tenía pelo y la piel era de aspecto escamoso, de un negro rojizo oscuro, como carne viva; los brazos y piernas eran muy delgados y débiles; y la cara...era plana y como de serpiente, con ojos rojos brillantes.

Parecía incapaz de valerse por sí mismo: levantó los brazos delgados, se los echó al cuello a Colagusano y este lo levantó. Al hacerlo se le cayó la capucha, y Lily percibió, a través de la luz de la fogata, una expresión de asco en el pálido rostro de Colagusano mientras lo llevaba hasta el borde del caldero. Luego vio, por un momento, el rostro plano y malvado iluminado por las chispas que saltaban de la superficie de la poción, y oyó el golpe sordo del frágil cuerpo contra el fondo del caldero.

—Maldita sea, que se ahogue.—pensó Lily, con la cicatriz doliéndole más de lo que era capaz de resistir.

Colagusano habló, con voz temblorosa. Parecía aterrorizado. Levantó la varita y cerró los ojos, parecía hablar a la noche:

—¡Hueso del padre, otorgado sin saberlo, renovarás a tu hijo!

La superficie de la sepultura se resquebrajó a los pies de Lily, quien horrorizada vio que salía de debajo un fino chorro de polvo y caía suavemente en el caldero. La superficie diamantina del agua se agitó y lanzó un chisporroteo; arrojo chispas en todas direcciones, y se volvió de un azul vivido de aspecto ponzoñoso. En aquel momento, Colagusano estaba lloriqueando. Sacó del interior de su túnica una daga plateada, brillante, larga y de hoja delgada. La voz se le quebraba en sollozos de espanto.

—¡Carne...del vasallo...voluntariamente ofrecida...revivirás a tu señor!

Extendió su mano derecha, la mano a la que le faltaba un dedo. Agarró la daga muy fuerte con la mano izquierda y la levantó. Lily comprendió lo que iba a hacer inmediatamente. Cerró los ojos con fuerza, pero aún así no pudo evitar oír el grito que perforo la noche. Oyó un golpe contra el suelo, jadeos de angustia, y luego el ruido de una salpicadura que le dio asco.

Lily no se atrevió a mirar, pero la poción se volvió de un rojo ardiente y producía una luz que traspasaba los párpados de Lily. Colagusano sollozaba y gemía de dolor. Hasta que notó en la cara su respiración agitada, Lily notó que se encontraba justo frente a ella.

—Sa...sangre del enemigo...tomada por la fuerza...resucitarás al que odias.

Lily no pudo hacer nada para evitarlo, tan firmemente atada, mirando hacia abajo de soslayo, forcejeando inútilmente con las cuerdas que la sujetaban a la lápida, vio la brillante daga plateada, temblando en la mano que le quedaba a Colagusano.

Sintió la punta penetrar en el pliegue del codo del brazo derecho, y la sangre escurriendo por la manga de la rasgada túnica. Colagusano, sin dejar de jadear de dolor, se hurgó en el bolsillo en busca de una redoma de cristal y la colocó bajo el corte que le había hecho a Lily de forma que entrara dentro un hilillo de sangre. Al instante el liquido adquirió un color blanco cegador.

Habiendo concluido el trabajo, Colagusano cayó de rodillas al lado del calero; luego se desplomó de lado y quedó tendido en la hierba, agarrándose el muñón ensangrentado, sollozando y dando gritos ahogados...El caldero hervía a borbotones, salpicando en todas direcciones chispas de un brillo tan cegador que todo lo demás parecía de una negrura aterciopelada. Nada sucedió...

Dios...se que nunca he sido del todo devota, pero por favor, que se haya ahogado este maldito...que todo esto haya salido mal...—imploró Lily con desesperación.

Y entonces, de repente, se extinguieron las chispas que saltaban del caldero. Una enorme cantidad de vapor blanco surgió formando nubes espesas y lo envolvió todo, de forma que no pudo ver ni a Colagusano ni a Cedric ni ninguna otra cosa aparte del vapor suspendido en el aire.

Por favor, por favor, por favor, que se haya ahogado y este muerto...por favor...—siguió rogando, Lily.

Pero entonces, a través de la niebla, vio, intentando poner su mejor rostro de frialdad para no mostrar su terror, que del interior del caldero se levantaba lentamente la oscura silueta de un hombre, alto y delgado como un esqueleto.

—Vísteme.—dijo por entre el vapor la voz fría y aguda.

Colagusano, sollozando y gimiendo, sin dejar de agarrarse el brazo mutilado, alcanzó con dificultad la túnica negra del suelo, se puso en pie, se acercó a su señor y se la colocó por encima con una sola mano.

El hombre delgado salió del caldero, mirando a Lily fijamente...y Lily contempló el rostro que había nutrido sus pesadillas durante los últimos tres años. Más blanco que una calavera, con ojos de un rojo amoratado y la nariz tan aplastada como la de una serpiente, con pequeñas rajas en ella en vez de orificios.

Lord Voldemort había vuelto.

—Vete a la mierda, Dios.—pensó Lily.


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