Chapter Capítulo 5
Capítulo 5
La mano de Enzo que sostenía la copa se tensó
na v otra vez. Su corazón también sintió una punzada en ese momento. El día en que Irene intentó suicidarse, Ainhoal también lo había llamado varias veces debido a dolores menstruales, al principio contestó, pero luego, enojado, colgó directamente. No sería por eso que quería romper, ¿verdad?
Enzo bajó la mirada, escuchando como César y Pol maldecían a ese marido despreciable, y ni siquiera sintió cuando la colilla del cigarrillo le quemó el dorso de la mano. Durante toda la noche, estuvo inquieto. Normalmente, si no volvía a casa a esas horas, Ainhoa ya habría llamado preocupada. Pero en aquel momento era más de la una de la madrugada y no había recibido ni un mensaje. De repente tuvo un mal presentimiento. Apagó rápidamente el cigarrillo y, con el móvil en mano, se marchó.
Justo al salir del bar, vio a una niña que se acercaba con una cesta llena de flores frescas. La chica sonrió y le preguntó: “Señor, ¿quiere comprar unas para su novia?”
Enzo miró las rosas champagne que competían en belleza dentro de la cesta y de repente recordó las palabras de César, “con un poco de cariño, todo se arregla“.
Así que dijo: “Envuélvelas todas“.
La niña, muy contenta, empacó las flores y se las entregó a Enzo, acompañándolas con muchos buenos deseos. La cara sombría de Enzo finalmente se suavizó un poco. Sacó unos billetes de diez euros de su cartera y se los entregó a la chica. Pero cuando llegó a casa con las flores, quien lo recibió no fue esa pequeña figura delicada, sino la criada de la casa saludándolo: “Señor, ha vuelto, le he preparado una infusión para la resaca, ¿le sirvo un poco?”
Enzo frunció el ceño y miró hacia el piso de arriba preguntando: “¿Ella ya se acostó?” La señora se sorprendió un momento y luego dijo rápidamente: “La señorita de la Vegal se fue, me pidió que le entregara esto“.
Enzo tomó un sobre de las manos de la mujer. Al abrirlo, vio que era una lista de ropa que Ainhoa había preparado para él. Estaba tan enojado que las venas de su frente saltaron, arrugó la lista en una bola y la tiró al cubo de la basura. Sacó su móvil y llamó a Ainhoa. El teléfono sonó durante mucho tiempo antes de que finalmente respondieran al otro lado. La voz ligeramente ronca de Ainhoa se filtró por el auricular: “¿Qué pasa?”
La mano definida de Enzo apretó con fuerza el móvil y, rechinando los dientes, pregunto: “¿Estás segura de que quieres hacerlo en serio?”
“¡Estoy segura!” Ainhoa respondió con calma.
1/2
Capitulo 5
“¡Ainhoa, mejor no te arrepientas!” Le advirtió él.
Dicho eso, colgó el móvil. Subió las escaleras con el rostro frio. Detrás de él se oyó la voz de la criada: “Señor, ¿y estas flores?”
“¡Tiralas!”
Sin voltear la cabeza, dejó caer esas palabras y se fue. Justo al llegar a la puerta del dormitorio, vio a un Samoyedo blanco con un amuleto amarillo al cuello. Lo había visto en el perfil de Ainhoa, ella dijo que era una bendición que había pedido en la montaña para su ser más querido.
Resultó que su más querido era ese perro. Enzo apretó los dientes por la rabia que sentía. Arrancó el amuleto del cuello de Snow y lo metió en su bolsillo. Snow ladró fuerte hacia él.
Lo miró con malos ojos y él le dijo: “¿Qué ladras? ¡Tu madre ya no te quiere!”
Y con eso, cerró la puerta de un portazo. A la mañana siguiente, Enzo extendió el brazo por costumbre para abrazar a alguien a su lado. Al sentir que su brazo no encontraba nada, abrió los ojos de golpe. Fue entonces cuando se dio cuenta de que Ainhoa ya no estaba. De repente, sintió un nudo en el pecho.
Cada mañana, solía disfrutar de un desayuno único con Ainhoa. Mirando a la pequeña mujer debajo de él, siempre había un sentimiento indescriptible en su corazón. Esa sensación era como un veneno, infiltrándose lentamente en su médula. Hasta el punto de que en aquel momento tenía un deseo casi incontrolable de buscarla. Cada vez que pensaba que ella se había ido sin decir una palabra, Enzo se llenaba de ira. ¿Quería que él la buscara? ¡De ninguna manera!
Capitulo 6