Chapter Capítulo 60
Me desperté muy adolorida y confundida, puedo observar las paredes blancas y el color celeste de las cortinas.
Al percatarme de que estoy vestida con una bata blanca y un suero está conectado a mis venas me doy cuenta de que me encuentro en una habitación de hospital o clínica.
Lo último que recuerdo es haber llegado a un refugio de personas indigentes, a esa Monja tan amable y al hombre, pero esté último está borroso en mi cabeza.
—Buenos días—Una mujer entra al sitio vestida de enfermera.
Debo admitir que es muy bella. Debe tener unos veintitrés o veinticinco años.
Su cabello es pelirrojo y corto a la altura de sus hombros, ojos oscuros y maquillaje impecable.
—Buenos días ¿Qué me paso?
—Te desmayaste y el Doctor Martínez te trasladó hasta aquí.
—¿Puedes darme un poco de agua?
—Deberías levantarte hay personas que verdaderamente necesitan atención y no hay camas suficientes.
Estaba a punto de responderle cuando alguien más entro en la habitación.
Por su vestimenta blanca me percató de que se trata de mi médico. Es más joven de lo que recordaba.
Cabello rubio, ojos color café, tez clara. Calculo que debe alrededor de treinta años.
—Buenos días, Belinda. Me alegro de que recuperes el color.
—Gracias ¿y como sabe mi nombre?
—Margarita lo menciono.
—¿Me da agua?
—Por supuesto bebe despacio —Él me entrega un vaso con agua y bebí lentamente con ayuda del sorbete
—Hay más pacientes que necesitan atención y creo que sería una pérdida de tiempo llamar a la policía. —Le comenta la enfermera al médico
—¿Por qué a la policía? —Le pregunto
—Es el procedimiento presentas signos de abuso sexual.
Negué con la cabeza entre lágrimas—Nadie me hizo nada.
—Lo ves Emiliano, seguramente se dedica al mismo oficio que Margarita y a algún cliente se le pasó la mano.
—¡Yo no soy prostituta! ¡Y aunque lo fuera y si un cliente es violento de todas formas sería abuso! ¡No entiendo como alguien como tú puede dedicarse a la medicina!.
Ella está a punto de responderle, pero el Doctor le pide que se vaya y ella asiente.
—Disculpa a Rubí, Belinda. Es tu decisión, pero hechos así deben ser denunciados.
—No me paso nada, solo quiero irme a mi casa.
—Puedes confiar en mí.
—No te conozco
—Mi nombre es Emiliano Martínez. Soy Médico pediatra y realizó mi servicio social en este bello pueblo, soy soltero y sin hijos a excepción de una mimada de pelaje negro brillante y cinco años llamado Rommy quien es mi adoración y le tengo fobia a las arañas.
No pude evitar reír ante su presentación
—Eres mucho más bella cuando ríes
—Gracias
—Ese hombre que te lastimo lo puede hacerlo con otras mujeres solamente tú puedes detenerlo.
—Él tiene mucho poder, si lo denunció solamente arruinara mi vida. Aún más de lo que lo ha hecho.
—¿Eres consciente de que estás embarazada?
Asentí con la cabeza entre lágrimas —¿El bebé está bien?
Él asiente—Tienes cinco semanas de embarazo y en estas situaciones legalmente debo preguntarte si deseas continuar con el embarazo.
—Por supuesto que sí, él es inocente.
Admitiré que cuando me enteré de que estaba embarazada gracias a una prueba casera que compro Gabriela si pensé en abortar, pero luego razone y me di cuenta de que a pesar de que mi niño es hijo de Diego también es mi hijo y él no tiene la culpa de nada.
Se dibuja una sonrisa en su rostro —Me alegro escucharte, siempre he priorizado la vida. Eres muy valiente, Belinda.
—Espero serlo Doctor.
—Dime Emiliano. ¿Quieres que llame a algún familiar?
—Mi familia vive en Vallarta.
—¿Cómo llegaste aquí?
—El hombre que me secuestro me trajo acá en un avión. Como le dije es un hombre muy poderoso y cruel, sería capaz de todo si se entera de que tendré un hijo suyo.
—Tranquila —Él lleva sus manos a mis mejillas —Yo puedo ayudarte, los protegeré a los dos.
—Te agradezco Emiliano que siendo una desconocida intentes ayudarme.
—Es mi labor ayudar a mujeres y niños maltratados. Puedo contactarte con una fundación en donde tendrás todo lo que necesites para ti y tu hijo.
—Debo regresar a mi ciudad
—¿Ese tipo se encuentra allá?
—Si, pero también está mi hijo. No lo veo hace varios meses, sé que me necesita como yo a él.
—¿Tienes otro hijo? ¿Es hijo de ese infeliz?
Negué con la cabeza —No, mi Aarón es hijo del amor de mi vida. Mi pequeño acaba de cumplir siete años y es muy pegado a mí.
—Aarón, lo mencionaste mientras dormías—Noto que su sonrisa cambio por completo —Supongo que tu esposo te extraña mucho
—Soy madre soltera.
—No quiero agobiarte con más preguntas Belinda. Yo mismo te llevaré a la estación de buses, pero primero debes descansar y comer algo además quiero que veas a una ginecóloga.
—Ojalá existieran más personas como tú. Algún día te pagaré tu ayuda.
Él me devuelve la sonrisa —Mi pago es que ustedes estén bien. Margarita y el pequeñín te esperan afuera.
Reí —Le hice creer que mi padre es millonario y le pagará una recompensa.
—¿No es así?
—Ni siquiera tengo padres
—Lo siento mucho
—Está bien no puedes extrañar lo que nunca has tenido. ¿Acaso me inyectaste el suero de la verdad?
—Me descubriste—Él ríe—Mejor no le permito el acceso a Margarita o podría asesinarte. Descansa y nos vemos en unos minutos.
—Gracias.