Chapter Capítulo 95
JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPÍTULO 12.
Abby Lawhe es un anagrama Un león en una jaula, recién traído del África, confundido y enojado, habría tenido mejor carácter
que Rex Lanning. Aquella cuenta regresiva lo estaba matando, cada hora se le hacía un minuto, cada día se le hacía una hora.
Ni siquiera era capaz de controlar la tensión tan grande que sentía mientras Abby desmontaba todo el equipo de su estudio y lo
guardaba cuidadosamente en una maleta.
Con cada movimiento que hacía, Rex se sentía más ansioso. ¿Por qué tenía que irse? Él la quería allí, y no sólo porque ella
fuese su única relación y el objeto de sus obsesiones eróticas. Abby también era su amiga, la única mujer confiable que tenía
además de Meli. 1
Tenía ganas de salir corriendo a comprarse una maleta gigante para echar todas sus porquerías e ir corriendo tras ella, pero
sabía que no funcionaría. Abby ya había tomado su decisión, se iba a Europa. Rex quería creer que ella tenía la intención de
volver a él, pero también temía que si la miraba demasiado a los ojos vería que ya estaba lista para cerrar ese capítulo de su
vida.
Finalmente llegó el día que tanto había temido, Abby se levantó esa mañana y sonrió al ver el pequeño cordel alrededor de su
tobillo, como si fuera un lindo secreto, una tradición que había nacido en aquella cama, en aquel departamento y que los dos
recordarían para sie
Rex le hizo el amor esa mañana como para que no se le olvidara nunca jamás en la vida, y cuando tres horas más tarde
entraron al aeropuerto de Nueva York, él le apretaba la mano tan fuerte que Abby ni la sentía.
–¿Vas a llamarme? – preguntó en un tono que hasta a él mismo le sorprendió–. Diablos, he pasado media vida huyendo de
mujeres pegajosas, y ahora soy yo el que parezco una garrapata sentimental.
—Yo tampoco quiero soltarte –murmuró ella—, pero supongo que no tiene por qué acabar, ¿ verdad?
– ¡No, claro que no! ¡Y yo no quiero que se acabe, Abby! — le confesó—. Yo podría... no sé, podría ir a visitarte, podríamos
hacer un plan... podríamos buscar la manera si los dos queremos, y yo quiero.
La vio sonreír con suavidad.
–Vamos a hacer algo: iremos cada uno a nuestras vidas regulares, nos asentaremos de nuevo, yo dejaré que mi familia me
asalte con su amor y te llamaré en dos días – propuso ella – Después... veremos qué pasa.
Rex asintió conforme, le dio un abrazo intenso y un beso desesperado y tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para verla
atravesar la puerta de embarque de aquel vuelo a Londres y marcharse de allí.
Mientras iba a tomar su propio avión, que ya lo estaba esperando en uno de los hangares privados, no podía evitar sentir aquel
retorcijón de corazón que se iba convirtiendo en un gran agujero negro.
–Creo que me enamoré –murmuró pocas horas después, sentado en la barra de la cocina de Meli, y se despabiló cuando ella le
lanzó un vaso de agua fría a la cara, iż Qué haces?!
–¡Pues no sé! ¡Me agarraste desprevenida! –dijo Meli llevándose una mano al pecho–. ¿No es broma? 1
CE
–¡Claro que no, tarada! ¡Es en serio! ¿Qué crees que he estado haciendo en Nueva York un mes entero?
–¡Follando como un cavernícola!
Rex levantó un índice para replicar pero luego lo pensó mejor. –Sí, eso también. ¡Pero en mi defensa no fue lo único que hice! –
replicó—. Esta mujer de verdad me gusta, Meli, creo que en serio estoy...
–¿Que estás qué? –preguntó su amiga. –Que estoy enamorado de ella. De verdad.
Meli se quedó en silencio unos instantes, sorprendida por aquella confesión inesperada, y luego sonrió de oreja a oreja.
– ¡Eso me parece genial! –exclamó abrazándolo. –¿Sí?
– ¡Pues claro! ¡A todo cerdo le llega su San Martín! –replicó Meli–. ¡Ya era hora de que apareciera la mujer que pudiera dominar
a Rex Lanning!
Rex la miró con resignación.
– Hermosa manera de llamarme puerco –suspiró–. Por eso eres mi mejor amiga. ¡Ah! Solo espero que de verdad me llame la
condenada.
–¡Claro que te va a llamar, y todo va a salir bien! Lo siento en mi corazón, Rex – lo animó Meli mientras le pasaba una toalla
para que se secara–. Vas a ser muy muy feliz, cariño. Él le sonrió con la misma ternura que siempre había tenido para ella y
suspiró. – Bueno, cuéntame, ¿qué vamos a hacer para cuando llegue la ballenita?
–Pues fíjate, ya Nathan fue a comprarle globos de los que flotan, como si tuviera diez años todavía – rio Meli -. Sus hermanos
están haciendo el cartel de bienvenida y el abuelo James casi casi está puliendo su silla de ruedas. Vamos a ir todos al
aeropuerto a esperarla a ella y a Will. Harrison y los niños ya están listos avisados también así que solo queda presentarnos y
armar la fiesta.
– ¿Puedo llevar a alguien? – preguntó Rex. – ¿Y tú no estabas enamorado, idiota? ¿Ya le vas a poner el cuerno a la pobre
chica? – lo increpó Meli.
–¡No, claro que no!... Pero tampoco quiero llegar solo... no sé, por si acaso – respondió él. –¿Tienes miedo de que Sophi
todavía sienta cosas por ti? Rex se encogió de hombros.
–Es mejor prevenir ¿no? – murmuró.
—Bueno, como quieras. Solo procura traer a alguien agradable.
Para Rex Lanning conseguir quien lo acompañara no era precisamente un problema, aunque últimamente aquella larga lista de
mujeres en su agenda telefónica había dejado de enorgullecerlo.
Llamó a varias de ellas sin mucha esperanza, pero cuando les decía que solo era para ir a recibir a su sobrina casi todas se
mostraban muy poco entusiasmadas por acompañarlo. Al parecer tal como él solo las buscaba para pasar un buen rato, ellas
tenían exactamente el mismo objetivo. Finalmente escogió a una chica que había conocido hacía un tiempo y con la que tenía
buena química, era muy bonita pero sobre todo estaban en buenos términos porque no era una muchacha demasiado
pegajosa. Se llarnaba Serina y estaba terminando la universidad, así que estaba en sus veintes más cortos. Cuando Rex le hizo
la propuesta, enseguida aceptó, muy contenta de ir al aeropuerto con él. No le importaba lo que pudieran pensar los demás, a
ella Rex Lanning le gustaba y no iba a desaprovechar la oportunidad para verlo fuera de la cama. Él decía que no estaba
interesado en eso, pero aun así Serina se aseguró de ponerse su mejor lencería debajo del vestidito de coctel. 1
Rex pasó por ella a las tres ese día, y luego se incorporó a la caravana de autos de la familia que iban al aeropuerto. La chica
estaba impactante con su vestidito corto, pero la verdad era que él ni siquiera la miraba. Todos sus pensamientos estaban
concentrados en Abby, que había prometido llamarlo y no lo había hecho.
“¡Ya pasaron dos días! ¿Por qué no llama?” pensaba desesperado.” Bueno para mí fueron dos días, para ella debe ser
menos.... no porque si se iba a Europa ganó horas, no las perdió... i Entonces por qué diablos no llama!? ijoder!” Parecía un
perro con pulgas en aquella salita de espera privada del aeropuerto. La familia arreglaba carteles, música y champaña, y
mientras tanto Rex solo caminaba de un lado a otro mirando su teléfono.
Finalmente no pudo más y marcó su número, pero la llamada le daba que su teléfono estaba en ese momento sin cobertura. Al
borde del paroxismo, abrió Google y empezó a buscarla, pero pronto se dio cuenta de que en las pocas redes que tenía, solo
salían las fotografías de sus exposiciones.
–¿Rex, estás bien? – preguntó Serina acercándose a él. –S... ¡No! ¡Diablos! – gruñó llevándose las manos al puente de la nariz.
– ¿Qué pasa?
– Estoy intentando rastrear a alguien en las redes pero... no tiene nada personal, solo sus fotografías de exposición. Y estoy
intentando encontrarla pero no me sale nada con su nombre...
–¿Es artista? – preguntó Serina viendo su teléfono–. Bueno, muchos artistas usan seudónimos para proteger su privacidad. La
mayoría de las veces son anagramas o abreviaturas de sus propios nombres, ya sabes, para no perder totalmente su
identidad.
Rex arrugó el ceño. o había pensado en eso. Quizás Abby fuera por Abigail.
– Bueno... no lo sé —murmuró.
–A ver, ¿cómo se llama? – dijo Serina tomando una pluma y sentándose cómodamente en la barra de la salita de espera. Un
Martini y una servilleta, y enseguida empezó a sonreír, era estudiante de lenguas así que aquello de los crucigramas y los
acertijos le gustaba. Sin embargo Rex estaba desesperado, no tenía tiempo para eso.
–¡Ya aterrizó! –exclamó Meli y todos vieron cómo el avión de Sophi se acercaba lentamente por la pista hacia el hangar
privado.
Rex estaba a punto de ir con Meli cuando escuchó a Serina reírse.
––Esto está genial, aunque la verdad no le encuentro sentido –dijo y Rex se inclinó hacia ella.
—¿Qué? ¿Qué cosa?
–––Es un anagrama. El nombre la chica es un anagrama, que es cuando reorganizas las letras de un nombre para formar otro –
le mostró la servilleta donde había varios nombres tachados y al final estaba el correcto:
ABBY LAWHE
BABY WHALE
– Abby Lawhe es un anagrama de Baby Whale, que sería como... Ballenita, o algo así — dijo Serina y Rex pestaneó despacio,
como si el vaso de agua fría de Meli le estuviera haciendo efecto en ese instante.
–¿Qué... qué dijiste? – balbuceo.
–Que Abby Lawhe es un anagrama de Ballenita –repitió Serina y en ese momento Rex escuchó la voz de su mejor amiga.
– ¡Ya llegó! ¡Ay, qué hermosa mi niña! – exclamó Meli y Rex se giró como un rayo para ver a la primera persona que salía por la
puerta del avión ejecutivo. La vio salir, sonreír, levantar una mano y gritar con alegría mientras saludaba. –¡Mamá! –gritó Sophi y
aquella voz retumbó en los oídos de Rex porque la conocía a la perfección, llevaba un mes escuchándola gritar su propio
nombre mientras se la cogía salvajemente.. Era Abby... Abby era Sophi... Sophi era Abby... Abby era la Ballenita... 1
Rex se llevó una mano al nudo de la corbata mientras un dolor agudo y punzante se extendía por su pecho, pero antes de que
pudiera aflojarlo siquiera, el mundo se convirtió en un lugar frío y oscuro, muy oscuro, mientras Rex caía de espaldas sobre el
suelo de baldosas, y seguía escuchando la voz de... Sophi... en medio de todos sus orgasmos.
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