Chapter CAPÍTULO 79
CAPITULO 79. La novia equivocada
Nathan sonrió y se recostó en aquel sofá viendo el bailecito sexy de la victoria que Meli le haría sobre aquellos tacones rojos.
Seguía siendo nona, torpe y descoordinada, pero era suya, tan suya como el primer día aunque no hubiera podido reconocerlo
entonces, Amaba a aquella mujer con todo su corazón, la adoraba, eso jamás cambiaría
Se mordió los labios cuando no pudo soportarlo más y alargó una mano que Meli tomó, Tíró de ella hasta hacerla caer sobre si
regazo y cerró los ojos mientras sus manos exploraban, trepando desde sus muslos, a sus caderas, la curva suave de su
cintura y luego sobre sus serios,
– Nunca he podido dejar de sentirme así, ¿sabes?
–¿Así cómo? – le susurró ella en una voz entrecortada,
– Loco por ti. Siempre te he deseado, desde aquel primer día en que te vi – le dijo y enterró la cara en su cuello.
–¿En serio? – inquirió ella riendo–. No se te notaba. – ¿Ah no? Entonces dame cinco minutos que te lo voy a demostrar... –Solo
cinco!? ¿Eché a todo el mundo de la casa por cinco minutos de gritería? – se burló Meli y Nathan sonrió como si fuera un chico
malo.
–¿Echaste a todo el mundo de la casa? ¿En serio? – murmuró sosteniendo sus caderas con firmeza–. ¡No sabes lo que hiciste!
La acercó a él y sus labios corrieron despacio sobre la curva de sus senos para luego bajar por su vientre.
Meli se estremeció y su cuerpo entero se arqueó hacia atrás mientras él succionaba aquella dulce piel, disfrutando de su sabor
dulzón.
–¡Nathan! –jadeó ella cuando sus dedos se movieron con precisión en aquel lugar húmedo y caliente.
– Calma, preciosa – le susurró él entre risas—. Deja que disfrute de mis cinco minutos.
Las manos de Nathan se movieron sin prisa sobre la cintura de Meli, acercándola más a él y sintiendo su erección crecer contra
el calor de su piel. Se sentía al borde del precipicio y sabia que solo un gesto bastaría para que ambos cayeran.
Saboreó su cuerpo, explorando cada centímetro con los labios y la lengua mientras ella se retorcia sobre él. Deslizó dos dedos
entre sus muslos, sintiendo lo húmeda y resbaladiza que estaba mientras acariciaba su clítoris.
Ella gimió y se agarró a su pelo, arqueándose contra él mientras lo sentía invadirla. Todo su cuerpo temblaba y se estremecía
de necesidad mientras él seguía haciendo su magia entre sus piernas, volviéndola loca de deseo.
Finalmente, sin poder resistirse más, Nathan le rasgó las bragas bajo el vestido y la hizo descender sobre su miembro,
penetrándola profundamente. Ella gritó cuando la llenó por completo, moviendo sus caderas con movimientos rítmicos que los
volvían locos de deseo. Meli lo cabalgaba pidiendo más a cada instante y él la agarró por los muslo impulsarse dentro de ella,
cada embestida más dura y profunda que la anterior. Ver sus ojos
CANTULO 79. La novia equivocada
llenos de lujuria mientras se hundía aquel miembro duro y grueso en su interior la volvía loca. Podía sentir aquel ritmo fuerte y
salvaje, invadiendo su cuerpo y haciendo que el placer la inundara.
Pero ella estaba igual de loca. Le agarró las manos para que la tocara como quisiera, besándolo con pasión mientras él
continuaba follándola sin piedad, llevándola al borde del orgasmo una y otra vez.
– ¡Nathan...! ¡Por favor no pares...! ¡No pares! –gritó Meli desesperada.
Nathan salió de ella solo por un instante, para apoyarla en manos y rodillas sobre aquel sofá y perderse dentro de ella de una
embestida deliciosa. Sus movimientos eran cada vez más profundos y rápidos, y se agarró a sus caderas para tener más
impulso. Meli gritaba sin poder controlarse, mientras su cuerpo temblaba y sentía la fuerza y el grosor de aquel ariete que se
empujaba dentro de ella.
Podía sentir el deseo de Nathan, su ansiedad y su necesidad de liberarse dentro de ella. La penetró salvajemente, arrancándole
un gemido de placer mientras ella se aferraba al sofá para no caerse. El calor y la humedad de su cuerpo lo envolvían y lo
volvían loco, haciendo que sus embestidas fueran cada vez más frenéticas.
Meli se sentia desfallecer por el placer, pero no quería soltarlo, quería sentir todo aquel poder enterrado dentro de su cuerpo
hasta el final. Sus cuerpos se movían en perfecta armonía, sus respiraciones se entremezclaban mientras alcanzaban el éxtasis
juntos.
Con un último grito de placer, Nathan se corrió dentro de ella con un estremecimiento que la hizo temblar de pies a cabeza. Meli
gritó su nombre cuando lo sintió terminar, llenándola de un calor intenso que la hizo temblar contra él.
Un segundo después se dejaban caer exhaustos y felices en aquel sofá.
– Tú eres todo para mí, Miss Tropiezo, no lo dudes nunca. Mi mundo entero giraba a tu alrededor y no me di cuenta hasta que
te perdí – le confesó y sintió como Meli se estremecía en sus brazos—. Siempre serás mi gran amor, nadie podrá cambiar eso.
¿Te amo, te amo y eres mía!
Ella sonrió suavemente y asintió.
–Y tú eres mío, señor “ogruto“. ¿Quién iba a decir que debajo de ese cavernícola maleducado había un hombre tan tierno como
tú?
–¡Oye, todavía no se me olvida que no querías ser mi novia! –la acusó Nathan––. Tuve que engañarte, ponerte entre la espada
y la pared...
– Yo recuerdo que fue entre tú y el escritorio –advirtió Meli. –|Cierto! ¡Pero igual! ¡Chantaje, manipulación, súplicas! Tuve que
usar todos mis trucos para conquistarte. ¡Solo me faltaron las cadenas! –rezongó Nathan–. No me querías Mis Tropiezo, bien
que te resististe.
–Pues es que tú decías que yo no era para ti įrecuerdas? Decías que yo era la novia equivocada. Me llamaste inmadura,
irrespetuosa, malcriada, impulsiva... ¡Te quejabas porque te tuteaba y
andaba descalza frente a ti!
– ¿Dije alguna mentira? — rio Nathan.
–¡No, claro que no, solo eras un hipócrita porque adorabas que yo te perdiera el respeto! –
replicó Meli acostándose sobre él y apoyando la barbilla sobre su pecho. Nathan acarició su rostro y le apartó un mechón de
cabello mientras la miraba a los ojos.
– Era yo el que estaba equivocado entonces –murmuró pensativo–, porque jamás habrá una mujer más perfecta para mí que tú.
Te amo.
La besó despacio, disfrutando de cada segundo mientras le daba gracias a la vida, al destino y todos los dioses por haber
puesto a aquella extraordinaria mujer en su camino, y supo que jamás había sido más feliz, ni si había sentido más completo
que con ella a su lado.
–Oye, por cierto, tengo una terrible curiosidad –sonrió Nathan con picardía–. ¿Cuándo me vas a dejar hacerte una mini tú?